jueves, 1 de enero de 2015

¡Qué bueno era! - Reflexiones

¡Curioso!, pero verdad: Basta morir para ascender al tope de la escala de la popularidad. Por lo menos, en los velatorios no hay quien hable mal de los honorables huéspedes del subsuelo.
El difunto pudo ser en vida un consumado alcohólico, todo un habitante de las tabernas pero, ahora ya muerto, es un borracho digno. Ya nadie parece acordarse de cuando esas sesenta billones de células, todas ebrias, llegaban dando tumbos a casa; ahora, ha muerto y... ¡tan bueno como era!
De este efecto benévolo, posterior a toda muerte, habló Jesús cuando dijo: y si el grano de trigo no cae a tierra y muere, queda solo; pero, si muere, llevará mucho fruto. Entonces, la muerte es la expresión bíblica que más precisa lo que le ocurre a la persona que se rinde totalmente a Dios y a su voluntad. Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo. Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús .
No lleva nada el grano de trigo que se resiste a morir al pecado. Solo muerto llevará fruto. No sirve aparentar la muerte. Nadie dirá nada bueno de una semilla que solo quedó en la superficie de la tierra, debe hacer su viaje al fondo con todo el cuerpo y así, dará que hablar.
El creyente en Cristo está llamado a morir. Lamentablemente, algunos andan por ahí como si no estuvieran ni vivos ni muertos. Son en vida, como cadáveres arrepentidos de su muerte. La familia, amigos, vecinos e iglesia, están esperando recoger de ellos algún fruto espiritual, esperan que diga lo bueno que es vivir, que comparta, que trabaje con ellos; mas... no hay fruto. ... sin morir, somos nuestra propia criatura detenida. Muriendo somos una nueva criatura. 2ª Corintios. 5:17.
Por otro lado, quienes han instalado su residencia bajo tierra son los seres más insólitamente tranquilos, entregados por entero al reposo, imperturbables. En vida, no se les podía intranquilizar de ninguna manera, pero ahora, se puede caminar sobre ellos y siguen cultivando su fructífera humildad, una decencia y honradez elementales, señal de que están muertos; esa es la respuesta de un muerto.
Solo en las películas los muertos salen a hacer maldad, a comportarse como vivos. Pero alejados de esta perspectiva, estar muertos, es carecer de vida en nuestras relaciones con el pecado y el mundo. Es reflejar la vida de Cristo en nosotros. Es reposar en Dios y no responder a los agravios ni tomar venganza. Es mostrar quietud, tranquilidad y dominio en los momentos de adversidad. Es portarse como todo un difunto, como una semilla que para vivir en plenitud, debe saber morir. ¡Al morir se aprende a vivir!
Si los hacía morir, entonces buscaban a Dios; Entonces se volvían solícitos en busca suya. Salmo 78:34.
Un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar. Eclesiastès 3:2.

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