miércoles, 28 de enero de 2015

Llamados a dar paz

Efesios 4:31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (Reina Valera)
Alejen de ustedes la amargura, las pasiones, los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. (Dios Habla Hoy)

Vivimos en un mundo muy convulsionado en el que la gente vive cada vez más nerviosa e irritada. Parece que cada vez cuesta más encontrar un lugar tranquilo para habitar. Las peleas se originan en las calles entre los conductores de coches como consecuencia de un accidente; las discusiones entre la gente y el personal de un banco o negocio; las discusiones que se originan con los vecinos del barrio, etc.
Por todos lados vemos gritería, enojo, ira, maledicencia... Lo triste de todo esto es que cuando llegamos a nuestro hogar pensando encontrar un lugar de refugio, nos damos cuenta que allí también se originan las mismas o peores fricciones.
El problema no radica en el peligro de las calles, en el trabajo o los vecinos. El problema está en el interior del ser humano, y donde éste habite siempre habrá problemas. La única manera de extirpar este espíritu violento que sacude nuestro mundo, es viniendo a los pies de Cristo y manifestando el fruto del Espíritu Santo en nuestras palabras y acciones. Cuando el corazón del ser humano halla la paz en Cristo, sus palabras y acciones serán también de paz. No podemos pedirle a alguien que vive un infierno interior que sea una persona pacífica y amable.
Como cristianos, tenemos la posibilidad de ponerle freno a este sistema corrupto que el mundo ofrece, con nuestras palabras y acciones de pureza y santidad. Si los cristianos no reaccionamos como lo que somos, ¿quién puede hacerlo? Hemos sido llamados a dar paz en medio de un mundo de contiendas, pues tenemos a Cristo en el corazón.
Señor, hazme un portador de bendición por dondequiera que vaya, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, amén.

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