lunes, 12 de enero de 2015

Jesús libera de yugos

Apoyado en el texto bíblico: Lucas 13:10-17
Jesús vino a dar libertad a los oprimidos, dice Lucas capítulo 4 versículo 18. Dentro de su ministerio, Él sanó, liberó, desató y trajo vida a muchos que padecían ataduras crónicas tales, que ningún ser humano había podido solucionar.
Yugos como esos existen aún hoy día. Yugos que ni la medicina, ni la psicología ni ninguna otra ciencia pueden curar y que aquejan a muchas personas durante años. Solo Jesús tiene un poder ilimitado para restaurar y Él está dispuesto a poner ese poder al servicio de la humanidad. Vamos a ver la historia de una mujer que recibió la liberación de su propio yugo, por parte de las manos de Jesús.
I. La condición de esta mujerLucas 13:11
A. Tenía un espíritu de enfermedad.
B. Había estado así, cautiva durante dieciocho años.
C. Andaba encorvada.
El pasaje hace mención de una particularidad: esa mujer andaba encorvada. Podríamos imaginar que la columna vertebral de esta mujer se encontraba doblada, deteriorada y esto durante años. Cuenta el relato que “de ninguna manera se podía enderezar”.
Una enfermedad de dieciocho años es una situación crítica para cualquier persona, ya que implica una posible ruina económica, frustración, complejos, temores, y un sinnúmero de situaciones negativas adicionales. Valga recordar además, que en aquel tiempo la mujer no contaba con las oportunidades con las que cuenta hoy en día. Prácticamente, una mujer se podía dar por bien servida si se casaba y engendraba hijos. En caso contrario, sus opciones eran mínimas. Incluso la prostitución se veía como un oficio a elegir en caso de no contar con fortuna.

¿Qué posibilidades tendría esta mujer con esta enfermedad? ¿Qué tipo de esfuerzos haría para poder reunir dinero y tratar de encontrar algo de ayuda? Era una situación bastante crítica.
D. Fue al lugar apropiado.
Los versículos 10 y 11 cuentan que Jesús estaba en una sinagoga “y había allí una mujer”. Esta mujer estaba en una reunión cristiana, si lo contextualizamos a términos de hoy. Había ido a un lugar donde se compartía la palabra de Dios, ¡y se encontró nada más y nada menos que frente a frente con el Hijo de Dios!
II. La intervención divina. Lucas 13:12-13.
A. Jesús la vio.
No es que Jesús diera un golpe de vista y por casualidad se fijara en esta mujer con este extraño problema. Jesús ve la condición de quien sufre y se conmueve. Él no es ajeno e indiferente a nuestros problemas.
B. Jesús le habló.
El mensaje de Jesús siempre es de esperanza y liberación.
C. Jesús la tocó.
Cuando Jesús toca la vida de alguien, ¡siempre se produce un milagro!
D. Jesús explica esta particular situación. Lucas 13:16.
1. El diablo tiene poder para atar y atormentar.
Si bien el relato no cuenta el origen de esta atadura, sí cuenta que Jesús la atribuyó a Satanás. Por consiguiente, podemos afirmar que el diablo puede atar a una persona.
2. Pero Dios tiene más poder para desatar y liberar.
Por más que el mismo Satanás ate a alguien, Dios tiene siempre más poder y puede desatar a todos sus cautivos.
Conclusión:
Una vez más vemos una historia en la que Jesús trae libertad, sanidad y esperanza.
Volvamos a situarnos en la piel de esta mujer: 18 años enferma, mínimas opciones de trabajo, frustración, dolor, complejos, probablemente ruina económica… ¡Demasiadas cargas sobre una misma persona! Y puede que las personas que la conocían y vivían en su mismo barrio, siempre la evitaran o la ignoraran. Quizás esta mujer, en medio de su crítica situación, incluso llamaba a puertas para emplearse en algo, en fin, cosas que pudieron pasar. ¡Pero Jesús no la ignoró! Sus ojos se pusieron sobre esta mujer, luego su voz la llama, y sus manos la hicieron libre de las cadenas del mismo infierno.
Jesús tiene poder para liberar de yugos de maldad. Dice su palabra: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Mateo 11: 28. 


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