La crucifixión, método antiguo de ejecución en el que el condenado es atado o clavado en una cruz de madera y dejado allí hasta su muerte, fue ampliamente utilizada en Roma.
La muerte de los sentenciados, en sus inicios, incluía el arrastrar un yugo de madera o su propia cruz sobre los hombros hasta el lugar de ejecución, donde la víctima era flagelada; por lo general, el instrumento que se usaba era un látigo corto con varias tiras de cuero sueltas o trenzadas, de largo diferente, que tenían atadas a intervalos bolitas de hierro o pedazos afilados de hueso de oveja.
Cuando los soldados romanos azotaban vigorosamente, la espalda de la víctima, las bolas de hierro causaban contusiones profundas, y las tiras de cuero con huesos de oveja cortaban la piel en los tejidos subcutáneos. Entonces, a medida que continuaban los azotes, las heridas profundizaban hasta llegar a los músculos del esqueleto y producían sangrado interno.
La víctima, también era desnudada y llevada a un monte alto para que todo el mundo viera su vergüenza, al ser clavada en la cruz con los brazos estirados. Finalmente, si no moría en la crucifixión, se le quebraban las piernas para que no pudiera incorporarse y muriera irremediablemente, por asfixia.
Hoy en día, se cree que la muerte en una cruz podía suceder por múltiples razones fisiológicas, como shock hipovolémico (choque hemorrágico), debido a la hemorragia causada por los azotes y los clavos, o sepsis (reacción orgánica) generalizada por las heridas infectadas. También podía suceder por la combinación de otras causas como deshidratación, insolación, cansancio crónico, que eventualmente podían llevar a un paro cardíaco, etc.
Pero no estamos teniendo en cuenta la tremenda tortura emocional de estar clavado en una cruz, con los brazos sujetos y sin poder cubrir la desnudez. Sin dejar de mencionar además, lo que provocaba verse en esa circunstancia delante de amigos y enemigos, padres y hermanos, extraños y conocidos, etc. Tampoco podemos negar que la tortura tenía la misión de atemorizar a todos los que observaban. Los romanos querían hacer ver la vergüenza y la tortura a la que se exponía cualquiera que se levantara en contra de sus leyes.
Toda esta información sugiere que la cruz de madera representaba perdición, vergüenza y muerte. Mires a donde mires, esta invención de tortura humana, no puede ser considerada nada más que un símbolo de la degradación, maldad y perversidad humana.
Gálatas 3:13 dice: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero”
Jesús, Dios hecho hombre, tuvo su momento más débil cuando permitió que lo clavaran en una cruz con todos los flagelos mencionados, dejando que todo el mundo viera su desnudez y lo desfigurado que quedó después de su tortura.
Ahora, al mirar la cruz, recordamos ese sacrificio y nos llena de esperanza porque sabemos que Él murió para darnos vida. Pues precisamente ese es el poder de Dios, que tomando un símbolo de muerte y de perdición lo convirtió en uno de esperanza y de vida. Esta misma gloria mostrada en la cruz, es una lección del poder de Dios porque cuando algo está en sus manos, no importa lo que sea, puede convertirse para bien. Romanos 8:28 (RVR1960) Debe fortalecer nuestra vida ver cómo un símbolo que determinaba la muerte, en las manos de Dios, pudo convertirse en el camino a la vida.
¿Tienes algún problema que excede a tus fuerzas? ¿Escasez, soledad, muerte, infidelidad, enfermedad, pérdida, etc?. En las manos de Dios todo eso se puede convertir en eventos de esperanza y de vida que te recordarán su fidelidad. Y si no estás seguro, solo date la vuelta y mira la cruz, lo que fue antes y lo que vino a ser hoy.
Apocalipsis 21:5 dice: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas.” (RVR 1960)
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