Hace muchos años, en una de sus escalinatas, una enfermera encontró un bulto que le llamó la atención. Se trataba de un bebé recién nacido. El personal del Hospital lo adoptó y lo criaron. Le pusieron como nombre Thomas, posteriormente le dieron un apellido, y pasó a llamarse Thomas Bridges. Durante su crecimiento, conoció las Sagradas Escrituras, esto es, La Biblia, de la que hizo su fiel compañera durante toda su vida, conociendo al Señor Jesús como su Salvador.
Aconteció que, Charles Darwin volvió de su primer viaje a Tierra del Fuego, ubicada al extremo sur del Continente Americano, territorio que comparten Chile y Argentina. Las palabras, “para mí sería preferible tratar de civilizar a los perros de la calle, antes que hacer algo por esos salvajes”, dichas por Darwin, alentaron a Tomás para ofrecerse como Misionero y embarcarse en una aventura apasionante.
Después de doce años Charles Darwin, regresó a Tierra del Fuego y se encontró con que los habitantes habían adoptado nuevas costumbres, habían nacido de nuevo, y los cambios sorprendieron a Darwin. Prácticamente, aquellos que había calificado como salvajes, ahora eran personas insertadas en la sociedad de la época.
UN BEBÉ CON PROPÓSITO
Pero no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquél que cree; al judío primeramente, y también al griego. Romanos 1:16.
Los planes de Dios siempre se van a cumplir en las personas que han sido señaladas desde antes de la fundación del mundo. La mujer que dejó a su hijo sobre las escalinatas del Hospital Saint Thomas, no tenía ni idea de que con esa acción, reprobable a todas luces, había dado comienzo al propósito que el Señor tenía para su bebé. Tomás, desde ese momento, comenzaría a ser guiado por el Espíritu Santo, hasta tomar la decisión de ejercer el oficio de misionero en Tierra del Fuego. Todo hijo o hija de Dios corre con ventaja ante los planes que el Señor tiene para su vida, y ¿cuál es?, que no se avergüenza del evangelio, que siente la libertad de predicar donde sea, a quien sea, y a la hora que sea.
Gracias a esa idea, Tomás no dudó en anunciar las buenas nuevas a aquellos “salvajes”, calificados así por Darwin. Muchos son los que se avergüenzan de predicar a Jesús; actuar de esa manera, y no confesar esa debilidad, trae muchas dificultades espirituales. Puede que no se hayan dado cuenta, pero hay muchísimas personas a su alrededor, con la necesidad de oír la verdad de la Palabra, oír a Cristo Jesús. Si por vergüenza no lo puede hacer, pelee contra eso, y quizá ayude que usted piense en la persona que le presentó por primera vez al Señor, ¿sería salvo hoy si aquella persona, por vergüenza, hubiese seguido su camino sin testificarle?
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