Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3.
Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Efesios 4:6.
Este “único Dios” quiere ser conocido. Para esto se reveló al hombre en Jesús, el Mesías prometido y anunciado a Israel por los profetas. Así, el Hijo unigénito de Dios vino a la tierra, humilde entre los humildes. Y dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”, y aun: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?” (Juan 14:9-10). Por medio de estas palabras, y muchas otras, sabemos que si Jesús es el Mesías, el enviado de Dios, es igualmente Dios, “nuestro gran Dios y Salvador” (Tito 2:13), “Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos” (Romanos 9:5).
¿Cómo conciliar esta aparente contradicción entre un Dios único y la afirmación que Jesús es Dios? No podemos comprender el misterio de Dios, pero sí podemos creer que el “único Dios” se manifestó en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Misterio insondable que el creyente recibe y adora!
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