sábado, 6 de septiembre de 2014

¿Y por qué?

Si eres padre o madre recordarás con especial ternura (o fastidio, dependiendo de tu experiencia), la etapa en que tus hijos preguntaban una y otra vez el por qué de las cosas. Días atrás conversaba con mi madre, y me decía que mis por qué superaban los mil diarios ¡de locos! Cada respuesta que ella me daba, era acompañada por cientos de por qué más, a los cuales respondía con la paciencia que solo una madre puede tener, pero nunca diciendo “porque sí” o “porque no”. Desde entonces, creo no conformarme con esa justificación.
Luego, en nuestra vida de adolescentes, ponemos a prueba las explicaciones que nuestros padres nos han dado, y si no hemos tenido el privilegio de tener una madre como la mía, los “porque sí” y los “porque no” de nuestros padres pierden total credibilidad, incluso causando irritación y rebeldía. Si no acostumbramos a las personas a crear, y hacer creer, sus propios “sí” y “no”, se dejarán influenciar por los “sí” y “no” de cualquier otra, o más aún, nunca cuestionarán razones o afirmaciones, ambas procesos tremendamente necesarios para formar el carácter.

Ya en nuestra vida de adultos, el cuestionamiento no es tan radical como lo era antes y es muy posible que, si hicimos bien el trabajo anterior, seamos capaces de defender nuestros “sí” y “no”, y también seamos capaces de explicarlos y justificarlos. Lo que es preocupante, es que en nuestra vida cristiana no seamos capaces de hacer esto, y más preocupante aún, es que las razones que demos para justificar nuestros “sí” y “no” sean ajenas y no provengan de una convicción de nuestro propio corazón.
Conversando con adolescentes, a veces les preguntamos, por ejemplo, por qué no consumen droga, si no tienen relaciones pre matrimoniales, y sus respuestas pueden ir desde “porque es pecado”, hasta “porque la Palabra de Dios dice que eso no me hace bien”. Parecen buenas respuestas, pero insuficientes cuando ellos están en medio de la prueba. Solemos educar en la prohibición o el castigo, pero no en la libertad que Cristo nos da. Dios mismo dice que todo nos es lícito, pero que no todo nos conviene o edifica (1ª Corintios 10:23), por lo tanto, una extraordinaria respuesta ante las preguntas planteadas sería: “porque no quiero”, “porque cuido mi cuerpo”, “porque quiero honrar mi cuerpo con las decisiones que tome”, ¿ve la diferencia? En el primer caso es porque alguien o algo lo dice, en el segundo caso es porque yo no quiero, decido a partir de mí mismo, no a partir de lo que otros dicen para mi vida.
Esto no quiere decir que no haya que obedecer la Palabra de Dios, solo que es deseable que cada vez que decidamos algo, lo decidamos por amor a nosotros, porque en ese amor demostramos el amor que le tenemos a Dios, en el cuidar el cuerpo que nos dio, en cuidar nuestra mente, nuestro espíritu.
Hagamos, cada uno de nosotros, este auto-examen y preguntémonos: ¿Y por qué no hago tal cosa? ¿Y por qué no me embriago? ¿Y por qué no tengo relaciones prematrimoniales? ¿Y por qué no veo películas con alto contenido sexual? ¿Y por qué no robo? Y tantísimos por qué que pueda regalarte tu imaginación. Cuando logres que todos estos por qué pasen primero por tu propia voluntad y no por la de otros, estarás listo para justificarlos y cumplirlos. Si no es así, pídele al Señor ayuda para justificar tus “sí” y “no” internamente, y no externamente, sólo así los dirás con auténtica convicción y resonará el cielo con la misma.


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