viernes, 18 de julio de 2014

Tu almacén espiritual

Tener fe consiste en estar agradecido antes de que la oración sea contestada. Es estar convencido de que Dios siempre está presente y nos ayuda. Sin embargo, a veces estamos demasiado pendientes en lo que tenemos o necesitamos y nos olvidamos de ser de bendición a otros. Queremos ayudarles sin antes ir a buscar a Dios para que nos llene de su amor. 
No podemos dar de lo que no tenemos, porque nos encontraremos con hijos que no reciben el amor que necesitan. Y esta situación se da por ejemplo, con gente, no porque sus padres hayan sido malos, sino porque de niños pueden no haber recibido correctamente el amor que necesitaron y en el momento de ejercer la paternidad, no saben hacerlo.

En la vida, tenemos un depósito de cariño, de paciencia y de amor. Este es el regalo más valioso: el amor, que no se demuestra con palabras bonitas, sino con tiempo y acciones. Sin embargo, el nerviosismo, el estrés y las muchas preocupaciones pueden distraernos de demostrar amor a quienes más amamos. Y le dedicamos más tiempo a los amigos, a los compañeros de trabajo, etc.. Pero luego al llegar a nuestra casa, lo que más necesitamos es el amor que no estamos dando.

Pero no podemos dar amor si no lo tenemos. No podemos dar palabras de fe si previamente no las usamos en nuestra vida. ¿De qué estamos llenando nuestro depósito espiritual? ¿Del amor de Dios, de la Palabra o de información variada que nada tiene que ver con lo espiritual?

Debemos cuidarnos de lo que alimenta nuestra mente y espíritu. Puede que estemos todo el día mirando los correos electrónicos, los mensajes del móvil y las noticias, pero cuando ya estamos a punto de quedarnos dormidos, decidimos leer con poco ánimo la Palabra de Dios. Esto no llena nuestro depósito espiritual. Si no tenemos comunión con nuestro Padre Celestial, estaremos basándonos en nuestras fuerzas. Estaremos dando de nuestro limitado amor y no de lo grandioso que el Señor tiene para nosotros.

Lo más importante personalmente, siempre es el amor más que las palabras. Y el amor se ve representado por las acciones. Se trata de una demostración de lo que es más importante. Pero, ¿qué es lo más importante para ti?
Uno puede decir que la familia, el trabajo, la carrera, el deporte... Sin embargo, deberíamos preguntarnos si Dios es o no lo más importante, porque si decimos que somos cristianos, es porque seguimos a Jesús; por lo tanto, lo más importante para Él debiera ser lo más importante para nosotros también.

1 Corintios 13:13 nos enseña lo que verdaderamente permanece eternamente. Y justamente, no es lo material o lo que podamos conseguir con nuestra fuerza, sino el amor recibido de Dios y el que decidimos dar. Esto es lo que nos llevamos de esta vida.
En una ocasión, un hombre le preguntó a Jesús que era lo más importante (Mt 22:36-49). Y Él respondió que lo más valioso en esta vida es amar a Dios con todo el corazón, alma y mente y luego amar a quienes tenemos al lado. Porque ¿cómo es posible no soportar a alguien que vemos y decir que amamos a Dios, que no lo podemos ver?
Uno puede esforzarse por conseguir el mejor apartamento, la mejor ubicación, las expensas más llenas… pero si no ama a su esposa, es lo mismo que nada. El hogar no es el espacio físico, sino el ambiente que uno tiene cuando llega a su casa. Esto no se consigue con dinero. La vida cristiana no es entrar a la iglesia sino conocer a Jesús, amarlo con todo el corazón y estar dispuesto a rendirse a Él.
¿De qué vale decir que amamos a Dios si no estamos dispuestos a pasar tiempo con Él? ¿Si preferimos llenarnos de otras cosas que no sea su Palabra y consejos? ¿Amamos su obra y deseamos servirle? Es un buen momento para reflexionar y poder tomar decisiones que nos ayuden a mejorar el alimento espiritual, que está llenando nuestro depósito.

¿Qué tenían Pedro y Juan para dar?
En Hechos 3:1-6 Pedro y Juan estaban por ingresar al templo, cuando un hombre necesitado les pidió una limosna. ¿Qué tenían ellos? Ellos venían de estar llenos de temor e inseguridades por la gran presión de la persecución por ser seguidores de Jesús, sin embargo, en el Pentecostés, se mantuvieron unidos y expectantes y fueron llenos del poder del Espíritu Santo. Allí comenzaron a experimentar un encuentro personal con Dios. Eso es justamente lo que tenían para dar: la presencia, el amor y el poder de Dios.

Cuando buscamos más de Dios, Él nos llena de un amor que no mengua sino que va aumentando cada día. Cuando damos de ese amor en nuestra casa y a quienes nos conocen, en lugar de cansarnos de hacer el bien, somos más renovados y vivimos con paz y esperanza.

Una persona tocada por Dios, lo que anhela hacer es dar de ese amor a todos los que la rodean. Y nadie puede darte el amor que solo Jesús puede brindar.
De nuevo podemos ver que a través de Su palabra, Dios nos recuerda lo siguiente:
1) Lo más importante para Dios, debe ser lo más importante para cada uno de nosotros: el amor. Es lo único que nos vamos a llevar de esta vida: cuánto amé a Dios y a la gente. No es lo material.
2) Tienes un depósito de amor que tiene que llenarse cada día de Dios. No alcanza con tener buenas intenciones, sino que es necesario depender del Señor y buscar su presencia y Palabra.
3) Lo que recibes es para darlo. Consejo, ánimo para que tu vida pueda ser un canal de bendición... No solo esperar que los demás se ocupen de lo que necesitan, sino también aprender a ser solidario y amar a quienes nos rodean, darles...
4) Aunque no hayas recibido amor en el pasado, es tiempo de recibir todo el amor de Dios. Puede que te hayan quedado heridas por la soledad o el maltrato, puede que hayas vivido situaciones en las que en lugar de amor has sentido rechazo, sin embargo, hoy tu vida puede cambiar si dejas que el Espíritu Santo te llene de un amor que sobrepasa todo entendimiento. Porque el amor de Dios cubre multitud de pecados, puede restaurarte y colmarte de bendición.
Por tanto, es tiempo de abrir el corazón y darle prioridad al Espíritu Santo. Si comenzamos a alimentarnos espiritualmente de la Palabra de Dios, viviremos con más esperanza y paz. 


Pedro y Juan no tenían limosna alguna que dar a ese hombre necesitado, pero lo que le dieron fue mucho más poderoso porque le cambió su vida para siempre. Lo que verdaderamente necesitamos es el amor de Dios. No llenes tu depósito espiritual de materialismo y ansiedades, por el contrario, busca llenarlo de la presencia de Dios.


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