martes, 24 de junio de 2014

El Incorruptible Fabricio

El nombre de Fabricio Lucio, célebre general romano de los tiempos primitivos de expansión de la República, ha quedado en la historia como emblema de honradez, sencillez, desinterés propio e integridad ciudadanas. Se dice que, hallándose el famoso general en la más completa pobreza, fue nombrado embajador de la República, y su primera misión fue ir a tratar con Pirro, rey de Epiro, sobre asuntos de la mayor trascendencia concernientes a su patria. Pirro lo recibió en su corte con las mayores distinciones y trató de inducirlo para que secundara sus proyectos, contrarios a Roma, ofreciéndole honores elevados y grandes riquezas.
Pirro conocía las valía moral de Fabricio, con quien había luchado en acciones bélicas sin que hubiera logrado vencerlo. Conocía la entereza de carácter del noble Fabricio y creyó que, si lograba inclinarlo a su favor habría hecho ya un trascendente negocio. En efecto, Pirro, haciendo uso de su habilidad, de su talento y sus riquezas, y aprovechando la pobreza de Fabricio, le hizo insinuaciones morbosas, indignas de su elevada moral de ciudadano íntegro.
La contestación de Fabricio fue la siguiente: “Si aún me crees honrado; ¿por qué pretendes corromperme? Y si me crees capaz de dejarme sobornar, ¿en qué puedo servirte?” Tan elocuente contestación hizo retroceder a Pirro y le proporcionó una visión de un hombre cabal, digno de la más alta consideración.
Qué fácil puede ser que seamos arrastrados por las olas de corrupción. Podemos olvidar que lo más valioso ni se compra, ni se vende. Y los más precioso es mantener libre la conciencia y el corazón puro. Las ofertas llegan, la tentación acecha, pero podemos levantar nuestro rostro y decirle al Señor, hoy diré NO a todo aquello que pueda comprometer mis principios.
Le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto. Y también yo te detuve de pecar contra mí; por eso no permití que la tocaras. Génesis 20:6
Guardaos, pues, que vuestro corazón no se deje engañar. Deuteronomio 11:16
Escudríñame, Señor, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. Salmos 26:2

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