miércoles, 4 de junio de 2014

Tentado con doble propósito

No hay tentación sin propósito. Toda tentación tiene un doble propósito. Uno negativo y otro positivo. 

Propósito negativo: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, vino del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo” (Lucas 4:1-2 NVI). El Señor, primero, fue bautizado y lleno del Espíritu.

El evangelista Marcos, en 1.12, agrega que “Enseguida el Espíritu le impulsó a ir al desierto”. El hecho de que la tentación vino inmediatamente de su bautismo y llenura, tiene un profundo significado. El tentador buscó la oportunidad de obstaculizar la realización de la tarea, confirmada para Jesús en el bautismo, la tarea de un ministerio lleno del Espíritu. El tentador trataría de derrotarle para llevarle a la desobediencia a Dios y así, convertir su tarea encomendada en una misión imposible. El tentador, como lo hizo con el Señor Jesús, siempre quiere llevarnos a la desobediencia, a vivir fuera de los principios de Dios. 

Propósito positivo: “y fue llevado por el Espíritu al desierto”. Allí fue tentado. La gran pregunta es: ¿por qué el Espíritu le llevó donde sería tentado? No olvidemos dos cosas: primero, Dios controla todo lo que ocurre y, segundo, las pruebas, tentaciones y crisis son herramientas en sus manos para construir el carácter de sus hijos. Toda tentación tiene, además de un propósito negativo diseñado por el tentador, un propósito positivo permitido por Dios. El propósito positivo se contempla, cuando recordamos que Adán perdió su libertad, su propósito en la vida y su pureza en una tentación en el jardín, según el libro de Génesis; y Jesús, como el postrer Adán, venció a la tentación en el desierto. El propósito positivo fue recuperar en un desierto lo que el primer hombre, al ceder a la tentación, perdió en un jardín. Una tentación no es tan mala cuando se ve desde la perspectiva de Dios. Vencer a la tentación diaria puede ser el camino para recuperar lo que perdimos en otras circunstancias, por nuestra desobediencia.  

“¿Hay una segunda oportunidad con Dios? Porque yo una vez cometí un terrible pecado y no me puedo levantar”- “Nuestro Dios es Dios de oportunidades. Siempre hay una segunda oportunidad. Quizás, lo que perdiste en el jardín vas a tener que rescatarlo en el desierto de la soledad, la sequedad, el dolor y la pena, pero allí puedes vencer y recuperarlo”. 

El paraíso se perdió en un jardín y se recuperó en un desierto. La Biblia dice que “fue llevado… para ser tentado por el diablo”, y la palabra tentado en griego es peirasthēnai, que sugiere “propósito”. Jesús experimentaría, de esa manera, que el Espíritu no sólo nos guía a cosas buenas, sino también a confrontar las malas. Hay cosas malas que se tienen que confrontar y a veces, la tentación experimentada es una oportunidad no para caer en las cosas malas, sino para confrontarlas; y no hay mejor manera de hacerlo que con un definitivo y rotundo no. La Biblia dice que el Espíritu llevó a Jesús para ser tentado, y ¿cómo se concilia esa declaración con la expresión de Santiago 1:13 que dice: “Dios no puede ser tentado por el mal y ni él tienta a nadie”? No es una contradicción, ya que el verbo tentar, en griego peirazō, es usado de dos maneras, en un sentido malo y en un sentido bueno. En un sentido malo, como cuando alguien, como el tentador, tienta para hacernos desobedecer, y en un sentido bueno, como cuando Dios nos prueba para revelar y desarrollar nuestro carácter interno. Porque Dios es soberano, y Él está en el control. Un mismo evento puede ser una tentación del tentador y, a la vez, una prueba divina para revelar y desarrollar nuestro ser interno. Un ejemplo de todo esto es el caso de José, en el libro de Génesis, cuando sus hermanos, que planearon matarle, decidieron venderle a una caravana de mercaderes y, finalmente, terminó en la cárcel por no ceder a la tentación. Al pasar los años y encontrarse con sus hermanos, José declaró estas poderosas palabras: Yo soy José, el hermano de ustedes, a quien vendieron a Egipto. Pero ahora, por favor, no se aflijan más ni se reprochen el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas. Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente. Génesis 45:4-5; 50:20 (NVI). 
Esta fue la clase de tentación o prueba que Dios Padre permitió en su Hijo Jesús en el desierto. Así como probó a Adán en el jardín y falló, y como probó al pueblo de Israel durante cuarenta años y también falló, Jesús fue probado por cuarenta días no en un jardín sino en un desierto, y venció, recuperando así lo perdido.


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