“Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” (Hebreos 12:7-11).
Dios muestra Su amor por corregirnos, y/o usa disciplina para llevarnos a donde Él quiere que estemos. ¿Qué hace un buen padre cuando ve a su hijo apartándose de la senda correcta? Le devuelve al buen camino por medio de la disciplina. La disciplina puede manifestarse en muchas formas, dependiendo de la gravedad del delito. Si un niño nunca es disciplinado o nunca sufre las consecuencias de su acción incorrecta, nunca aprenderá lo que es correcto.
Por lo tanto, por amor Dios disciplina a los que son los Suyos. Si nunca hubieses sufrido las consecuencias del pecado, ¿cómo podrías saber cuando haces bien o mal? El salmista dice: “¿Acaso no entienden todos los que hacen lo malo, los que devoran a mi pueblo como si fuera pan? ¡Jamás invocan a Dios!" (Salmo 53:4). También, en Salmo 10:11 leemos, "Se dice a sí mismo: Dios se ha olvidado. Se cubre el rostro. Nunca ve nada." Si Dios no nos impusiera consecuencias, no aprenderíamos de nuestros errores ni cambiaríamos nuestras acciones. Dios disciplina sólo a los que son suyos, y Él hace esto por amor a nosotros, no para dañarnos o derribarnos. Es la manera de Dios de decirnos, “Mi hijo, te vas al revés y es hora de dar la vuelta y hacer lo correcto.” Si no somos corregidos cuando erramos, seguiremos haciendo mal.
Dios ha pagado la pena por nuestros pecados para que no tengamos que sufrir la muerte segunda, que es el lago de fuego (Apocalipsis 20:14). Debido a Su amor por nosotros, Él nos disciplina y nos trae a la relación con Él, relación que desea. Por tanto, la próxima vez que sientas que estés sufriendo las consecuencias de tu pecado, recuerda que Dios te está disciplinando por amor.
Por último, los actos de desobediencia a las leyes de Dios a menudo resultarán en consecuencias temporales, que no tienen nada que ver con la disciplina de Dios. Por ejemplo, un asesino que viene a Cristo y se arrepiente de su pecado, recibirá el perdón de Dios en el sentido eterno, y disfrutará de la completa comunión con Dios por la eternidad en el cielo. Sin embargo, la sociedad en la que vive, exigirá que pague el precio por su crimen. En un sentido temporal, tendrá que pasar toda su vida en prisión o incluso, ser ejecutado por sus crímenes. Pero hasta en estas situaciones, puede ser grandemente usado por Dios mientras espera su redención final y gozo eterno.
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