sábado, 26 de abril de 2014

Frasco de alabastro


Un día, estando Jesús con sus discípulos en la casa de Simón, un hombre que había tenido lepra, entró una mujer con un hermoso frasco de alabastro, que contenía un perfume costoso. Lo rompió y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Al ver esto, algunos de los presentes se indignaron, por la manera en que se estaba desperdiciando el perfume.

Actualmente, todos nosotros tenemos un frasco de alabastro, que simboliza nuestro corazón. Puede estar lleno de sueños, anhelos y deseos. Sólo Dios conoce lo que hay en él.
¿Cuál es el mayor anhelo en tu vida? Tener un gran cargo profesional, ser un emprendedor exitoso, ser un cantante famoso, estar casada, ser mamá, etc. Hay un sinfín de deseos en nuestra alma y, sin embargo, ¿estaríamos dispuestos a entregárselos a Dios? Esperar el tiempo indicado, pagar el precio, atravesar el proceso de cambio carácter, o sea, dejar a un lado todo lo que deseamos por seguirle.
Podríamos pasar la vida escuchando sobre los milagros de Jesús, las grandes hazañas que Dios hizo a través de sus siervos, y no ver ningún cambio radical en nuestras vidas; todo por no estar dispuestos a vivir una entrega total a Él. Dios está buscando adoradores en espíritu y en verdad, personas que estén dispuestas a derramar todo lo que son a sus pies.
Lo anterior no significa que Dios no cumplirá tus sueños en ti, que Él ignora tus mayores y más íntimos anhelos. Él los conoce y sabe el tiempo adecuado e indicado, sin embargo, espera una vida entregada a Su voluntad y señorío.
Atrevámonos a dejar en las manos de Dios nuestro corazón, derramarlo para que lo llene de su propósito. Ser un seguidor de Jesús es fácil, pero vivir para Él y ser un discípulo tiene un precio. ¿Tomaremos el reto? ¿Romperé mi frasco de alabastro a los pies de Jesús?

Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos.

Proverbios 23:26 NVI

Por eso, piénsenlo bien. Si quieren ser mis discípulos, tendrán que abandonar todo lo que tienen.

Lucas 14:33 TLA

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