sábado, 5 de abril de 2014

¿Te cuesta pedir ayuda?

A la mayoría de las personas nos cuesta pedir ayuda o reconocer que “necesitamos” algo. Preferimos enfrentarnos a los problemas “a nuestra manera” o “hasta donde podamos llegar”. Pero debes saber, si eres de esa gran mayoría, que no estás actuando de forma correcta, porque todos somos hermanos y, por lo tanto, siempre necesitaremos los unos de los otros. En el servicio a Dios no tienen cabida los solitarios.
Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante! Eclesiastés 4:10
Es curioso observar que, las personas que se encuentran en una posición elevada, son a los que más les cuesta pedir ayuda. Podemos verlo, por ejemplo, en un matrimonio, cuando el esposo no desea consultar la inquietud que tiene a su pareja, por temor de creerse inferior a ella, o cuando un líder teme hablar sobre sus preocupaciones, por el mero hecho de pensar que pierde autoridad.
Generalmente nos cuesta pedir ayuda porque tememos perder algo, posiblemente la posición, la imagen, la autoridad, etc. Sin embargo, al actuar de esa manera, sin darnos cuenta, ya estamos perdiendo todas esas cosas por no actuar con sinceridad y humildad.
Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. Zacarías 4:6
En este sentido, el mayor error que se puede cometer es tomar aquella actitud orgullosa con nuestro Señor. Muchos se acercan a Él como su última opción después de haber intentado todo, y de haberse dado cuenta que todo lo anterior no servía; entonces buscan a Dios. Es probable que tu orgullo no deje que te acerques a pedir ayuda o consejo, pero no permitas que sea tan fuerte como para no tomar en cuenta a Dios.
Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Mateo 23:12
Si eres de las personas que lucha todo sólo con su orgullo, tienes que saber que, Dios va a trabajar en ti para que tengas humildad, hasta el extremo de que puedas ser humillado. No esperes a que te lleguen las pruebas para pedir ayuda, sé humilde, deja tu orgullo a un lado y pide consejo, y si estás pasando necesidad pide oración. Acércate a Dios primero y no luches con tus propias fuerzas, porque no llegarás muy lejos.
¡No luches solo, lucha con Dios y con tus hermanos!

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