sábado, 27 de diciembre de 2014

Una lección inolvidable

Cómo líder, sus lecciones más dramáticas y efectivas pueden ser dadas sin el uso de palabras.
Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes.  Ciertamente les aseguro que ningún siervo es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió.  Juan 13:15-16
Imagine que Jesús hubiera enseñado ciertos principios, por ejemplo del servicio, de la misma manera que nosotros lo hacemos. Primeramente, hubiera anunciado con bastante antelación la fecha de un "seminario sobre servicio", para que los discípulos fueran acordando la fecha e, incluso, invitando a algunos otros interesados. En privado, Cristo dedicaría largas horas a estudiar los textos bíblicos acerca del tema del servicio, reflexionando cuidadosamente, en sus argumentos a favor de los diferentes aspectos del tema.
En la fecha establecida, los hubiera reunido y habría compartido con ellos, los resultados de sus estudios, presentando extensas evidencias acerca de la importancia del servicio. No hubiera terminado su lección, sin una seria exhortación a que los discípulos buscaran practicar lo que habían escuchado en "clase".

Una lección inolvidableEl entendimiento de cada discípulo no se debió evadir de lo que el Señor había querido enseñar.
Es evidente la enorme distancia que separa a nuestros esfuerzos por capacitar a los santos, de la manera que Cristo usó para enseñar y formar a sus discípulos. Pero apunte su estrategia. No anunció nada. No preparó a los discípulos con un discurso. No les dio ninguna explicación acerca de lo que iba a hacer. En el momento menos esperado, cuando estaban todos relajados y disfrutando de la cena, se levantó y comenzó los preparativos para lavarles los pies.
¿Se imagina las miradas entre los discípulos? ¿Qué se proponía hacer ahora este Maestro tan poco tradicional? 

Habiendo terminado los preparativos, comenzó a lavarles los pies. Todavía sus labios no les daban ninguna explicación. Los discípulos lo observaban con una mezcla de vergüenza y curiosidad. Cuando a Pedro, el portavoz del grupo, le llegó el turno, se atrevió a cuestionar las acciones de Jesús. En este momento es cuando el Maestro les da una explicación, pero es simple y no aclara absolutamente nada.
Cuando volvió a la mesa, Jesús se preparó para darles la conclusión de la lección que habían visto. Salvo por el diálogo con Pedro, no había pronunciado ninguna palabra más. Sin embargo, les acababa de enseñar una de las lecciones más importantes que aprendieron en los tres años compartidos con Él.
No hace falta decir mucho más sobre el tema. Cómo líder, una de sus lecciones más dramáticas y efectivas fue dada sin el uso de palabras. Nosotros, sin embargo, tenemos una dependencia enfermiza en el uso de las palabras como medio de enseñanza. Nuestras reuniones abundan de ellas. Los miembros de nuestras congregaciones están expuestos a una interminable sucesión de clases y predicaciones.
¿Cuánto de todo aquello permanece? ¡ummm!... muy poco. Eso sí, Cristo agregó palabras a su ejemplo, pero después. El entendimiento de cada discípulo no se distrajo de lo que el Señor había querido enseñar, y sus palabras fueron el remate final perfecto a una lección que ya había sido grabada a fuego en sus corazones. Simplemente, les ayudó a procesar lo que habían visto.
¿La educación?, ¿la verdadera educación? Consiste simplemente, en una serie de situaciones apropiadas para impartir enseñanza.



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