jueves, 18 de diciembre de 2014

Perdió su Tesoro

Bajo un sol esplendoroso, un barco de transporte se deslizaba suavemente por el tranquilo mar.
Cerca de la barandilla, un pasajero pasaba el tiempo tirando algo al aire y volviéndolo a recoger; algo que centellaba con extraordinaria brillantez al ser alumbrado por los rayos del sol. El hombre centraba toda su atención en tan resplandeciente objeto cada vez que lo tiraba. En eso, otro pasajero que lo observaba, se acercó y preguntó:
diamantes- ¿Qué es lo que tira usted al aire y lo vuelve a  agarrar con tanta frialdad?
- Es un diamante. Véalo.
- ¿Vale mucho?
_ Si, es valiosísimo. Fíjese en su color y tamaño. Todo lo que poseía en el mundo lo tengo invertido en este diamante. Voy a hacia un nuevo país en busca de fortuna, vendí todas mis pertenencias e invertí el dinero en este diamante para poder llevarlo fácilmente.
- Si es tan valioso como dice, ¿no le parece muy arriesgado tirarlo así al aire sobre la barandilla?, preguntó el compañero de viaje.
- No, no hay ningún riesgo. Desde hace media hora lo estoy haciendo.
- Pues podría llegar el momento en que lo tire por última vez.
El hombre sonrió y volvió a lanzarlo al aire y a recogerlo. De nuevo lo tiró, la preciosa piedra brilló deslumbrante, acariciada por los rayos del sol, pero… esta vez cayó muy afuera. El hombre alargó la mano todo lo que pudo sobre la barandilla, pero no pudo agarrarlo. Un leve salto de agua marcó momentáneamente, el lugar de su caída. El dueño se quedó atontado por un momento, y luego exclamó angustiado.
- ¡Lo perdí! ¡Lo perdí! ¡He perdido todo lo que tenía en este mundo! Diría usted que nadie es tan tonto, que esta historia no puede ser real. Pero, sí  es cierta… y es muy posible que el protagonista sea usted mismo. El mar es el tiempo, y el destino hacia el que viaja es la eternidad. El barco en que viaja es la vida y el diamante es su alma, con el cual usted está jugando.
Veamos la historia otra vez, pero de esta manera:
- Amigo mío, ¿qué es lo que tiene usted en la mano, con qué juega tan descuidadamente?
- Es mi alma.
- ¿Vale mucho?
- Más que nada en el mundo.
- ¿No le parece que corre un gran riesgo de perder su alma?
- ¡Ah, no!, dice usted, y sigue tirando su alma sobre el océano del tiempo. 
- Pero llegará el  momento en que ya no pueda recuperarla. Por mucho que lo intente será imposible rescatarla. 
Su alma se habrá sumergido en las profundidades de la desesperación y exclamará:
“ME PERDÍ”. “ME PERDÍ”.
Así será el clamor un día, quizás muy pronto, a menos que ponga su alma en un lugar seguro bajo el cuidado del Hijo de Dios.
“Qué aprovechará el hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué  recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:26.

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