jueves, 25 de diciembre de 2014

Lo importante es lo más importante

Hay días en los que el cansancio, los afanes, la enfermedad y las preocupaciones interrumpen el deseo de servirle a Dios. No es que no se quiera hacer, sino que las cosas normales que nos suceden a cualquier cristiano, nos lo aplazan. Un día te levantas con un gran deseo de demostrar tu amor a Dios queriendo romper los límites del servicio, y te preparas, cantas al Señor mientras te bañas y te vas a la iglesia. Pero en los siguientes días las cosas cambian; después de haber tenido una discusión con tu familia por no encontrar la Biblia por ejemplo, o después de tener que empujar el coche porque precisamente ese día tuvo que estropearse, llegas tarde a la iglesia por no administrar bien el tiempo, a pesar que te pidieron que estuvieras media hora antes; ese preciso instante hace que te frustres, sientes que no disfrutas lo que haces, te enfadas fácilmente, meditas en la idea de que mejor te hubieras quedado en casa a estar afanado tratando de no perder la autoridad frente a los hermanos, ¿te ha pasado algo similar?
Unas hermanas nos dibujan el cuadro perfecto del servicio a Dios. Por un lado, la mayor de ellas es la típica hermana que siempre busca la perfección, la que tiene el control de todo, a la que no se le escapa ningún detalle de las cosas que pasan a su alrededor, quien siempre te dice “hermano, hágalo para el Señor y no para el hombre”, siempre seria, siempre recta y cuando ora dice “¡Oh! Soberano rey del universo, creador del cielo y de la tierra y de todo lo que existe…, como pocas. La segunda es del tipo de hermanos a los que siempre se les ve feliz, que aunque sabemos que de vez en cuando, pasan por momentos difíciles, nunca dejan de sonreír y saludar amablemente, reflejan la paz en su rostro, y al postular candidatos para el liderazgo nunca pasan desapercibidos; esta hermana es la que siempre tiene algo que contar de su experiencia con Dios, y no le importa que en el culto, mientras disfruta de su estancia en él, vaya a llorar y se estropee su maquillaje.
María es su nombre y la Biblia relata que Jesús, en una de esas visitas de amistad, llega a la casa de estas dos hermanas, que ante la visita de Jesús toman diferentes actitudes. 
A una de ellas (Marta), le da por hacer las cosas del hogar, quiere que todo esté en perfectas condiciones por el qué dirá su amigo; ansiosa por dar una buena imagen, recorre cada estancia de la casa verificando que todo esté en orden, pero la frustración le viene al ver que por más que se apresura a terminar sus labores, cada vez encuentra más cosas por hacer. Sabe que su invitado la espera en la sala. 
Pero hay una persona a quien no le importa absolutamente nada de lo que sucede a su alrededor. A esta otra hermana (María), no le importa si hay cosas por hacer en la casa, no le interesa saber si su hermana necesita ayuda; ella solo quiere estar a los pies del Maestro y no quiere saber nada más que no tenga que ver con Jesús, … Familia, tareas del hogar, preocupaciones siempre tendré, medita en su corazón, pero no todos los días tendré la oportunidad de compartir con el Rey de reyes y Señor de señores en mi propia sala; esta actitud causa indignación en su hermana Marta que ve correr el tiempo y no ve los resultados deseados ni la comprensión de su familia, así que explota de indignación, y en su ira desenfrenada, no presta atención a quién dirige sus palabras y exclama:—Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude! (Lucas 10:40), Jesús sonríe, al ver la cara de angustia de Marta y como todo un buen Padre que corrige a su hijo, le enseña una de las mejores lecciones que Cristo nos dejó en la Biblia; le dice: Marta, Marta, ¿por qué te preocupas por tantas cosas? Hay algo más importante. María lo ha elegido, y nadie se lo va a quitar. (Lucas 10.41-42)
Jesús quiso enseñarle a Marta la importancia de estar con Él, porque al fin y al cabo, si hacemos algo para Dios, lo verdaderamente importante no es el hacer las cosas en sí, que de hecho lo es, sino para quién decidimos hacerlo; por lo tanto, cuando tenemos entendido para quién hacemos nuestro trabajo, lo que más deseamos es agradar a esa persona por quien lo estamos haciendo, y eso implica estar presto, a la orden, ser diligente, aprovechar cada circunstancia.
Los que disfrutamos de la bendición de tener un trabajo estable, sabemos que una de las tareas que debemos cumplir como empleados que somos, es agradar a nuestro jefe y por lo tanto, nos esforzamos por quedar bien ante nuestros superiores acatando sus instrucciones; pues lo mismo sucede con Dios. Él es nuestro Jefe de jefes, nos brinda la oportunidad de servirle y trabajar en su obra, pero requiere de hombres y mujeres con la actitud de María, la actitud de anhelar estar postrados a sus pies, una actitud que priorice la intimidad con Dios sobre todo. Actualmente, existe mucha gente que se cansa de servir, gente sin compromiso, que no disfrutan la bendición de saber que para quién hacen las cosas.
Billy Graham, quien acaba de llegar a sus 92 años de edad, en su celebración dijo que aún estaba buscando formas de servir al Señor, y lo dijo así: “Me sorprende cada vez que pienso en cuántos años me ha dado el Señor en esta tierra. Estoy agradecido por su bendición en nuestro ministerio en la radio durante más de seis décadas, pero me pregunto si hay algo más que Él tiene para que yo lleve a cabo”.
El testimonio de este siervo de Dios, denota el resultado de saber para quién trabajamos y la gratitud de saber que Él nos da el privilegio de servirle; esto se logra plenamente, en ese lugar donde Jesús te espera para estar contigo, en esa habitación donde lo que más importa es su presencia, en esa sala donde tienes la seguridad de que te encontrarás con la razón de tu esfuerzo, con la razón de vivir, con la razón de servir, con la razón de ser.
Lo más importante no es que seas reconocido por lo que haces, lo más importante es ser reconocido por la persona para quien lo haces y ese es Jesús. ¡Cuantas personas hay en el mundo que son muy conocidas por sus obras pero que no conocen verdaderamente a Jesús!
Si hoy te sientes triste, confundido, frustrado, dudando de tu llamado y sin sentido de lo que haces, piensa que Jesucristo te está esperando en la sala. Deja lo que haces por un momento, no pierdas más tiempo porque lo más importante de tu vida te espera, Él tiene lo que necesitas,... el consuelo, el abrazo, el respaldo, la ayuda y sobre todo, el amor que te dará las fuerzas para seguir adelante en lo que te ha llamado.

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