Lucas 12.15 “Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”
Este pecado (enfermedad) consiste en el afán desmedido por adquirir y atesorar riquezas materiales, con el único objetivo de ser reconocido por la sociedad. Jesús ya menciona en la Biblia, que la vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes, porque eso es únicamente pasajero o temporal, que puede minorarse o incrementarse, o desaparecer de un momento a otro; toda la riqueza del hombre no consiste en ello, sino en lo que posee en su interior. El libro de Proverbios 28.22 dice: “Se apresura a ser rico el avaro, y no se da cuenta que le ha de venir pobreza”.
Los afanes en general, no llevan a ningún lado, ya que se apuesta muchas veces a ganar y en la mayoría de los casos se pierde; este tipo de “vida” es en suma, demasiado pesada, ya que la persona tiene la mente y la mirada puesta básicamente, en ver la forma de incrementar los bienes que posee (su entorno no cuenta, o no tiene la menor importancia porque su mente se encuentra embotada en su obsesión), y si no lo logra puede producir en él una frustración, la cual puede provocar una crisis en su estado emocional y en su organismo en general, que en un buen porcentaje conlleva a la muerte.
Aunque es cierto que todos anhelamos llevar una vida cómoda, segura, y que procuramos darles a nuestros hijos lo mejor para que no tengan que pasar por las vicisitudes por las cuales pasamos, sin embargo, esto no es motivo para que se tenga que vivir inmerso en este deseo malsano de la avaricia, intentando a toda costa, poseer cada día más y más, y dejando todo de lado (incluyendo a la familia), perdiéndose lo mejor que Dios nos ha dado…¡el gusto por vivir! El gusto de vivir cada momento, cada instante, cada segundo disfrutando de todas las cosas bellas que nuestro Dios ha hecho para nosotros.
De qué sirve poseer muchas riquezas si no se sabe disfrutarlas, para qué tanto almacenar si al final… Nada, absolutamente nada te habrás de llevar, porque es necesario ser consciente de que un día llegará tu fin. Y ¿qué es lo peor de todo esto?, que todo aquello que acumulaste, que no quisiste compartir con los tuyos, y que no disfrutaste, un día los tuyos habrán de poseerlo y entonces disfrutarán a manos llenas hasta acabar con todo lo que dejaste. Porque en tu enfermedad (avaricia), o ceguera no supiste compartir los momentos de calidad con los tuyos.
Pero ellos sí querrían posiblemente, cambiar todo el dinero y las comodidades por un tiempo compartido, por tu atención, y sobre todo por una caricia llena de amor…Recuerda que la Biblia dice: Gálatas 6.7 “todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará”.
La verdadera riqueza del hombre no se encuentra en su cuenta bancaria o en sus bienes materiales… La real y verdadera riqueza se encuentra en su interior (su alma y su espíritu), ya que con ellos podrá vivir tranquilamente, confiando en que todo tiene solución y disfrutando de todo y de todos los que lo rodean, sin dar gran importancia a las cosas o circunstancias que se presenten a lo largo de su vida, porque al final llegará la victoria.
De qué sirve poseer muchas riquezas si no se sabe disfrutarlas, para qué tanto almacenar si al final… Nada, absolutamente nada te habrás de llevar, porque es necesario ser consciente de que un día llegará tu fin. Y ¿qué es lo peor de todo esto?, que todo aquello que acumulaste, que no quisiste compartir con los tuyos, y que no disfrutaste, un día los tuyos habrán de poseerlo y entonces disfrutarán a manos llenas hasta acabar con todo lo que dejaste. Porque en tu enfermedad (avaricia), o ceguera no supiste compartir los momentos de calidad con los tuyos.
Pero ellos sí querrían posiblemente, cambiar todo el dinero y las comodidades por un tiempo compartido, por tu atención, y sobre todo por una caricia llena de amor…Recuerda que la Biblia dice: Gálatas 6.7 “todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará”.
La verdadera riqueza del hombre no se encuentra en su cuenta bancaria o en sus bienes materiales… La real y verdadera riqueza se encuentra en su interior (su alma y su espíritu), ya que con ellos podrá vivir tranquilamente, confiando en que todo tiene solución y disfrutando de todo y de todos los que lo rodean, sin dar gran importancia a las cosas o circunstancias que se presenten a lo largo de su vida, porque al final llegará la victoria.
La palabra de Dios nos dice “De nuestro interior correrán ríos de agua viva” lo que hará florecer en nosotros una maravillosa planta, única, con un color excepcional y un brillo esplendoroso, cuyo simple nombre nos hace recobrar ánimo y fortaleza; se llama ESPERANZA; la misma esperanza que posee un niño de que un día todo cambiará, de que las cosas serán mejores; la esperanza que tiene un hombre de campo de que el fruto de su trabajo, un día producirá una excelente cosecha; la esperanza de una madre que se encuentra en estado de gestación, de que llegará el día en que conocerá al hijo que lleva en sus entrañas…¡LA ESPERANZA!
Es la misma que todos debemos tener en nuestro Creador y Consumador de la fe, en Cristo Jesús. Esperanza en el momento de dejar de vivir de manera afanosa, de dejar de correr en pos de lo material, de simplemente vivir por vivir…es la esperanza en el momento de darle un cambio a nuestra vida, dejando de lado las riquezas materiales y enfocándonos en las riquezas espirituales, para llenarnos de la paz, el gozo y la libertad que solo Él y nadie más que Él nos puede proporcionar, porque mejor es vivir un día en la presencia del Señor, que mil fuera de Él.
Reflexiona acerca de la vida que llevas, hazte un verdadero análisis, y respóndete con sinceridad, si vale la pena la forma de vida que estás llevando, o es mejor darle un giro total a la misma y verás, con otra perspectiva, la oportunidad que hoy el Señor te está brindando.
Es de esperar que recibas este mensaje, que medites en él y lo guardes en lo más profundo de tu corazón, que pongas manos a la obra y veas que no hay nada más hermoso que vivir plenamente, todo lo que Dios te ha regalado a través de Jesús nuestro Señor y Salvador. Amén.
Es de esperar que recibas este mensaje, que medites en él y lo guardes en lo más profundo de tu corazón, que pongas manos a la obra y veas que no hay nada más hermoso que vivir plenamente, todo lo que Dios te ha regalado a través de Jesús nuestro Señor y Salvador. Amén.
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