Recuerdo aquellos momentos en los que una simple peonza, un nuevo juego de canicas, nuestro nuevo balón o cualquier simple juguete, nos hacía tan felices que se nos pasaban las horas sin apenas darnos cuenta, sin dejarnos tiempo prácticamente, para aquellos deberes que luego nos costaban las regañinas de nuestros padres.
Pero, ¡qué más daba!, éramos felices con poco. Con tan sencillos objetos, poco a poco la vida nos fue cambiando sin darnos cuenta; pero lo que para nosotros antes no tenia preocupación, ahora es el día a día, ahora debemos preocuparnos por nuestro trabajo y por no faltar a ninguna de nuestras obligaciones.
No dejemos, por mucho que crezcamos, de sacar ese niño que todos llevamos dentro.
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