martes, 16 de diciembre de 2014

Abandonado para Morir - Reflexiones

¿Cómo se sentiría usted habiendo tenido un accidente que le costó la nariz, la mitad de su brazo derecho y todos los dedos de su mano izquierda? Es de suponer que sus pensamientos no serían muy positivos. Pero eso fue lo que le ocurrió al Dr. Beck Weathers, y él ve esa pérdida como el acontecimiento determinante de su vida, el acontecimiento que cambió todo a su alrededor.
¿Que si quisiera recuperar mis manos?, preguntó al responder a una pregunta, en una entrevista que le hicieron en el programa Evening News de la CBS. Por supuesto que sí. Ahora bien, ¿que si quisiera tener mis manos para volver a ser lo que fui antes? NO.
¿Qué podría llevar a alguien a preferir tan dramática incapacidad? La respuesta podemos encontrarla en el Monte Everest. Porque Beck Weathers fue uno de los que estaban en la cima de esa montaña durante el, ahora famoso, accidente de 1996 cuando una nevada segó la vida de doce personas.
Weathers tenía cuarenta y nueve años de edad cuando ascendió al Everest. Para entonces, llevaba siendo escalador de montañas durante diez años. Escalar era su pasión. Siempre dedicaba mucho tiempo a prepararse para el siguiente viaje. Antes del Everest había escalado seis de las siete cumbres, las montañas más altas de los diferentes continentes. Y para cada ascenso, se sometió a un agotador régimen de entrenamiento.
El 10 de mayo, cuando ascendía a la cumbre, se dio cuenta de que tenía problemas. Unos años antes, se había sometido a una operación de queratotomía en los ojos para corregir su visión. Mientras más ascendía la montaña, la altitud hizo que sus lentes saltaran de sus ojos, lo que lo dejó prácticamente ciego. 
En esas circunstancias, la decisión más sabia que podía tomar Weathers, era quedarse donde estaba y esperar, para luego unirse al grupo cuando este viniera de vuelta de la cumbre. Pero pronto, la difícil situación en que se encontraba, fue superada por un cambio drástico en las condiciones del tiempo. Una rara ventisca cubrió rápidamente la montaña, haciendo que la temperatura bajara hasta unos cincuenta grados bajo cero y aumentara la velocidad del viento a ciento diez kilómetros por hora. La tormenta obligó a cada uno a luchar por sobrevivir. En aquella situación, Weathers quedó abandonado en la montaña. Pasaron las horas y cayó en un estado de coma hipotérmico.
Sus compañeros lo buscaron durante horas sin dar con él. El 11 de mayo, temprano, lo encontraron. Estaba cubierto con hielo y apenas respiraba. Supusieron que de un momento a otro moriría, de modo que lo dejaron donde estaba, volvieron al campamento y le dijeron por radio a su esposa que había muerto.
Nadie ha salido de un coma hipotérmico y ha sobrevivido, excepto Beck Weathers. De alguna forma recuperó las fuerzas, se incorporó, buscó el camino y tambaleándose, llegó al campamento. Su chaqueta estaba abierta, su rostro estaba tan negro por las quemaduras que era difícil reconocerlo y su brazo derecho, que había estado totalmente expuesto al hielo, tenía un aspecto blanco mármol y estaba congelado en gran parte.
Aun después de su milagroso retorno al campamento, nadie creía que Weathers sobreviviría. Pero él se mantuvo luchando. Ya en su casa en Dallas recibió atención médica. Fue sometido a diez operaciones, le amputaron los dedos de su mano izquierda, le amputaron el brazo derecho a la altura del codo y le construyeron una nueva nariz usando piel de otras partes de su cuerpo.
Al final, Weathers tuvo que someterse a un proceso nuevo de aprendizaje. Él cree que cambió sus manos por algo mucho más valioso: lecciones sobre él mismo, sus valores y su vida. Y confiesa: probablemente sea la persona más feliz del mundo ahora, después de haber pasado por todo lo que me ha ocurrido. Tengo un rol diferente de prioridades. Uno no sabe nunca quién es y qué es, hasta que ha sido realmente probado. Se gana muchísimo más cuando el fracaso lo golpea que lo que pudiera enseñarle el éxito.
La actitud de Weathers refleja mucho más que gratitud por sobrevivir a una tragedia que bien pudo haberle causado la muerte. Él demuestra capacidad para aprender, lo que le ha permitido cambiar su vida para bien. Y al hacer del sufrimiento su mejor amigo, ha transformado sus fracasos en victoria.
La Vida tiene sufrimientos y la Biblia no los niega, pero sí nos asegura que Dios nos sostiene en ella en medio de las pruebas.

Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos; has ungido mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Salmo 23:4,5.

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