viernes, 28 de noviembre de 2014

¿Vivirán esos huesos?

“Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes” Ezequiel 37:3
Si leemos el pasaje que se encuentra en Ezequiel 37:1–10, vemos que Ezequiel fue llamado a ser profeta entre el pueblo de Dios, cuando todas las cosas habían fracasado (su llamamiento está en los capítulos 2 y 3). La condición del pueblo de Jerusalén era de pecado extremo (capítulo 8).
En el templo se cometían toda clase de idolatrías: adoración secreta a los animales, culto a Tamuz (ídolo babilónico al que se le rendía culto en medio de orgías desenfrenadas, toda clase de excesos inmorales) y adoración al sol. El capítulo 22 relata en detalle los pecados de Jerusalén.
Por tanto, el mensaje de Dios a través de Ezequiel, tenía que ver con la Resurrección:
  • El exilio significaría la muerte de todo lo que habían sido, incluyendo su orgullo. Dios resucitaría un pueblo nuevo (Ezequiel 36:26 – 28)
El Señor le da la visión del valle de los huesos secos:
1º Le hizo caminar entre ellos.
2º Los huesos estaban dispersos y secos en gran manera.
3º Le pregunta: ¿vivirán estos huesos?

4º Responde: “Tú lo sabes”.
5º Le ordena que profetice a los huesos.
6º Los huesos comienzan a reunirse; crecen tendones, carne y piel en ellos, todo en un valle de cadáveres.
7º Ezequiel ordena al Espíritu que sople sobre los muertos y volvieron a la vida.
8º A partir del verso 11 al 14 encontramos la explicación de la visión.
El mensaje en aquel entonces y hoy en día es: ¡Reconoce los huesos secos!
  • Podemos estar espiritualmente muertos aunque existamos físicamente. 
  • Cuando nuestra fe se reduce a ritos y fingimiento, nuestros huesos se secan
  • Comenzamos a secarnos y a morir cuando algunas cosas estorban nuestra relación con Dios, en especial el orgullo.
Pero podemos hacer que lo seco en nosotros cobre vida, solo reconociendo los huesos secos y profetizando la vida de Jesucristo en nosotros. No olvidemos que Dios es un Dios de oportunidades y que Él se complace en perdonar y ser misericordioso.

¿VIVIRÁN ESOS HUESOS? ¡SÍ, SEÑOR, VIVIRÁN!


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