jueves, 27 de noviembre de 2014

Ver más allá - Reflexiones

Se cuenta la historia de una familia pobre que tenía la facultad de tomar todas las cosas por su lado positivo, y una mujer rica se interesó por ayudarles. 
Un día, la visitó un vecino de la familia pobre y le dijo a la señora que no les ayudara porque la estaban engañando. 

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Los niños de esa familia siempre comen cosas deliciosas, lujos que ni siquiera yo puedo permitirme, dijo el vecino. Entonces, la mujer rica fue a visitar a esta familia al mediodía.
Estaba parada junto a la puerta, a punto de llamar, cuando oyó que una de las niñitas le preguntaba a otra:
- ¿Te vas a servir carne con puré hoy?
- No, creo que comeré pollo asado,– respondió la otra niña.
Al oír eso, la mujer golpeó la puerta y entró inmediatamente. Vio a las dos niñas sentadas a la mesa, en la que habían unas pocas rebanadas de pan seco, dos patatas frías, una jarra de agua y nada más.
A sus preguntas, contestaron que imaginaban que su pobre comida era toda una suerte de manjares, y el juego hacía que la comida les fuera un verdadero festín.
- Usted no sabe lo delicioso que es el pan cuando una lo llama torta de frutas.
- Pero es mucho más rico si lo llamas helado de crema, dijo la otra niña.
La señora rica salió de allí con una nueva idea de lo que significa el contentamiento. Descubrió que la felicidad no está en las cosas que tenemos, sino en los pensamientos y nuestra actitud ante ellas.
No pidamos que cambie nuestra suerte, pidamos ser transformados nosotros. Entonces, veremos que hay bendiciones que nos aguardan en la situación que nos ha correspondido.
Estad siempre gozosos. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. Examinadlo todo; retened lo bueno.
1 Tesalonicenses 5:16,18,21
Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en el Señor, Y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Habacuc 3:17-18

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