sábado, 15 de noviembre de 2014

Parábola del buen samaritano

La parábola del buen samaritano es una de las parábolas de Jesús más conocidas, relatada en el Evangelio de Lucas, capítulo 10, versículos del 25 al 37. Se la considera una de las parábolas más realistas y reveladoras del método didáctico empleado por Jesús de Nazaret, un ejemplo expresivo e incisivo de su mensaje exigente.
Presenta el tono que caracteriza a las llamadas parábolas de la misericordia, propias del Evangelio de Lucas. La parábola es narrada por el propio Jesús, a fin de ilustrar que la caridad y la misericordia son las virtudes que guiarán a los hombres a la piedad y la santidad. Enseña también que cumplir el espíritu de la ley, el amor, es mucho más importante que cumplir la letra de la ley. 
En esta parábola, Jesús amplía la definición de prójimo. La elección de la figura de un samaritano, considerado un herético para los sectores más ortodoxos de la religión hebrea, sirve para redefinir el concepto de prójimo que se manejaba entonces. Jesús, mediante esta parábola, muestra que la fe debe manifestarse a través de las obras, revolucionando el concepto de fe en la vida religiosa judía, entre la cual resaltaban grupos como el de los fariseos a quienes Jesús en numerosas ocasiones, llama hipócritas por su excesivo apego a la letra de la ley y su olvido por cumplir el espíritu de la misma.
El contraste establecido entre los prominentes líderes religiosos inmisericordes y el samaritano misericordioso, es un recordatorio a los maestros de la ley, como es el caso del interlocutor de Jesús, de que estaban olvidando el principio de la verdadera religión y Jesús emplea un personaje despreciado por ellos para mostrarles su error.
“Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndolo, se fueron, dejándolo medio muerto.
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndolo, pasó de largo.  Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndolo, pasó de largo.
Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndolo, fue movido a misericordia;  y acercándose, vendó sus heridas, echándolas aceite y vino; y poniéndolo en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.  Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamelo; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.  ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.”

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