martes, 25 de noviembre de 2014

¿Dejar todo después de tanto sacrificio por seguir a Jesús?


“Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. Mateo 6:21 (Nueva Versión Internacional).
A muchas personas nos ha costado un verdadero esfuerzo y sacrificio alcanzar los sueños que tuvimos. Provengo de una familia de escasos recursos económicos, en donde además, la violencia y el maltrato prevalecían sobre el amor, el respeto y la justicia.
Siempre tuve presente que a pesar de las adversidades, yo podía elegir otro camino distinto; no me quedaba otra cosa, no tenía nada que perder. Afortunadamente, la mano de Dios siempre estuvo ahí, abriéndome las puertas que necesitaba encontrar abiertas, para lograr cada una de las metas que me proponía. Ahora comprendo que cada vez que yo sacaba fuerzas de mi corazón para salir adelante, Él estaba ahí, apoyándome y levantándome en cada dificultad y dándome la oportunidad que al final, me permitiría lograr mis sueños.
Amigos y hermanos, salir adelante en medio del maltrato y la escasez no es nada sencillo, pero el poder de Dios sobrepasa cualquier adversidad; por ejemplo, fue consecuencia de su Gracia que pude trabajar y estudiar una carrera profesional que acabé hace ya cuatro años. Cuando llegué a esta etapa de mi vida, creía que ya lo había logrado todo, pensaba que mi vida cambiaría según mis propósitos, creía que ya no sufriría más y que el momento de disfrutar la vida había comenzado. Pero, ¡sorpresa!, nunca imaginé que tendría que esperar, el Señor solo estaba empezando conmigo.
Desde que me gradué en la universidad, las cosas en lugar de mejorar empezaron a empeorar; después de que Dios me hubiera abierto tantas puertas para trabajar mientras estaba acabando mis estudios y culminar mis metas tan anheladas, ahora me las estaba cerrando, pero era de la única manera en que yo comprendería lo que había de enseñarme.
Durante años pensé que mi propósito en la vida era tratar de ser alguien importante, casarme, tener hijos, tener una casa, un coche, y ayudar a mi madre y a mis hermanos a salir adelante. Planeaba mi vida de una forma tan perfecta que no parecía que pudiera fallar; me esforzaba de verdad, pero no me daba cuenta que lo que estaba haciendo el Señor era prepararme para algo todavía más especial, “Glorificarlo a Él”.
Después de pasar por tres empresas en las que mis expectativas laborales, económicas y profesionales no fueron satisfechas, por fin el Señor se manifestó poderosamente y me dio aquel empleo que tanto le estaba pidiendo. Un empleo con un contrato prometedor, con el cargo y el salario exacto que quería… nada más podía pedir. Tenía mi vida arreglada, me sentía realizada y a partir de allí, el resto de mis sueños empezarían a ser una realidad.
Recuerdo que se acercaba mi cumpleaños y le decía al Señor que me sorprendiera, que mi confianza estaba puesta en Él y quería ver qué más me iba a dar, pues ya todo lo que tenía me era suficiente. Entonces, lo hizo, me sorprendió.
Llevaba 7 meses en la empresa cuando el Señor me dijo lo siguiente: ¿En realidad me amas tanto que serías capaz de dejarlo todo por mí? Yo ingenuamente, le respondía que sí, pues nunca me imaginé que me lo pediría. Él me insistía, ¿todo lo dejarías por mí? y yo le volvía a responder, “sí Señor, todo, solo me importas Tú”.
La empresa a la que ingresé a trabajar es dirigida por una gran persona; sin embargo, una de las condiciones que puso, cuando se dio cuenta de que yo era Cristiana fue “no quiero que vengas aquí a convertir a la gente; en conclusión, no le hables de Dios a la gente”. Y yo simplemente, acepté esa condición, pues interiormente, comprendía que no había ninguna necesidad de hablar de Él para que la gente viera su amor. El ejemplo dice que más que muchas palabras de testimonio de Jesús, lo damos con nuestro comportamiento, no con nuestra boca.
Pero el Señor es impredecible y a medida que transcurría el tiempo, su Palabra fue manifestándose en aquel lugar a través de sus promesas; veamos, en una ocasión se realizó una actividad en la que verdaderamente, el Señor empezó a hacer de las suyas, pues resulta que todo mi trabajo estaba siendo respaldado con promesas bíblicas. Esto es natural para los que vivimos en Cristo Jesús, pues no nos avergonzamos de su Palabra.
Pasó una semana y faltando exactamente 3 días para mi cumpleaños, me llama la Gerente a la oficina y me pone "las cartas sobre la mesa". Ese día, ciertamente el Señor me sorprendió, me reuní con la Gerente por la mañana y prácticamente, me obligó a escoger entre Dios y el trabajo. Por la tarde nos reuniríamos nuevamente, para confirmarle la respuesta que ella estaba esperando; creía que me iba a someter a sus condiciones y no a los designios de Dios.
Pero el Señor es tan increíble que usó a esa persona para que escogiera entre Él y lo que estaba guardado como un tesoro, en mi corazón. Él veía que el trono de mi corazón no estaba siendo ocupado por Él, que lo estaban ocupando mis sueños, mi trabajo, mi familia y mis proyectos, y entonces, me dispuso a elegir.
Recuerdo que ese día yo lloraba angustiada, y le decía, Señor, pero, ¿cómo es posible después de tanto sacrificio, de tanto esfuerzo, que ahora deba dejarlo todo por seguirte a ti? No entiendo Señor, sin embargo, no quiero hacer algo que a ti te desagrade; yo te dije que te prefería a ti por encima de todo y aunque me duela dejarlo todo por ti, lo haré. Efectivamente, presenté mi carta de dimisión a la Gerente por la tarde y ahora estoy aquí esperando confiada en el Señor, pues sé que Su voluntad es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
No estoy trabajando para ninguna empresa y tampoco estoy buscando trabajo, ahora trabajo para Él y haré sólo lo que Él me pida que haga, pues Él es quien ocupa el trono de mi corazón, Él es el propósito de mi vida, es Él a quien quiero agradar. Mis sueños, mis proyectos, mi vida entera está en sus manos.

¡Vale la pena seguir a Jesús, vale la pena dejarlo todo por Él, vale la pena confiar en su perfecta voluntad!


No hay comentarios:

Publicar un comentario