Este pasaje es extensamente claro en cuanto a que debemos obedecer al gobierno que Dios ha puesto sobre nosotros. Dios creó a los gobiernos para establecer el orden, castigar la maldad y promover la justicia (Génesis 9:6; 1 Corintios 14:33; Romanos 12:8). Debemos obedecer al gobierno en todo, pagando impuestos, obedeciendo sus reglamentos y leyes, mostrando respeto, etc. Si no lo hacemos, en última instancia estamos mostrando falta de respeto a Dios, porque es Él quien ha puesto a ese gobierno sobre nosotros. Cuando el apóstol Pablo escribió Romanos 13:1-7, él estaba bajo el gobierno de Roma durante el reinado de Nerón, quizá el más vil de todos los emperadores romanos. Aún así, Pablo reconoció al gobierno que lo gobernaba. ¿Cómo podemos nosotros hacer menos?
Pero, “¿existe alguna ocasión en que un cristiano deba desobedecer la ley?” La respuesta a esa pregunta puede ser encontrada en Hechos 5:27-29, “Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron; Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.”
De esto, vemos claramente, que mientras la ley del lugar no contradiga la ley de Dios, estamos obligados a obedecer. Tan pronto como la ley del lugar contradiga el mandamiento de Dios, debemos desobedecer la ley de ese lugar y obedecer la ley de Dios. Aún en este caso, debemos aceptar la autoridad del gobierno sobre nosotros, en cuanto a posibles castigos o inhabilitaciones. Esto es demostrado por el hecho de que Pedro y Juan no protestaron por ser azotados, sino que en vez de eso, se regocijaron al haber sufrido por obedecer a Dios (Hechos 5:40-42).
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