Dios sonríe cuando nos ve trabajar a gusto, cuando disfrutamos haciéndolo. Nos complace hacerlo cuando sabemos que es un don que Dios nos regaló para bendecir a otras vidas, un don que permite a las personas escudriñar y escuchar sus propios corazones.
Si te dedicas de corazón, con pasión y sinceridad, a todo lo que haces, sin duda, Él se siente feliz por ti. A veces las personas ven a Dios como un ser tirano, distante, que se alegra del mal, que le gusta castigar, y hacerlo fuerte a diestra y siniestra.
Pero la personalidad de Dios es la más bella y transparente. Él tiene espacio en su corazón para cada uno de nosotros. Conoce cada detalle de nosotros, interior y exterior. Por eso se deleita cuando te ve juguetear y sonreír; cuando sabe que a pesar de todo, le estás echando ganas a la vida y luchando por alcanzar esa felicidad que a veces parece breve, pero que es tan necesaria.
Me gusta hablar con Dios, contarle bromas y chistecitos aunque sé que Él los sabe. Me lo imagino sonriendo como cuando una niña juega con su papá. Me gusta saber que mi vida depende de Él y que Él me da las fuerzas para continuar. Me abruma e impacta grandemente saberme amada y valorada por Él.
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