viernes, 17 de octubre de 2014

Lo Proclamaré Como Mi Salvador

Y ella tendrá un Hijo, y  lo llamará Jesús (cuyo significado es Salvador) porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Mateo 1:21
La esperanza de una vida nueva comienza con Jesús. Jesús significa “El Señor salva”. Jesús vino a la tierra para salvarnos porque por nosotros mismos, no podíamos salvarnos del pecado y sus consecuencias. Por muy buenos que creamos que somos, no podemos eliminar la naturaleza pecadora presente en todos nosotros.
Solo Jesús puede hacer eso. Jesús no vino para ayudar a la gente a salvarse por sí misma, Él vino para ser el Salvador con poder. Debo agradecerle pues, su obra de salvación por mí y quiero proclamarle como Salvador para que aquel que aún no le conoce, le conozca y proceda a su arrepentimiento.
La esperanza de una vida nueva está garantizada por la resurrección de Jesús. Nosotros podemos disfrutar de nuestra vida nueva en Cristo porque Él nos unió con Él mismo, en su muerte y en su resurrección.
Nuestros deseos perversos, nuestros cautiverios en manos del pecado y nuestra esclavitud al mismo, murieron en Jesús.  Ahora, unidos por la fe en Él, en su vida y su resurrección, tenemos amistad con Dios y libertad de espíritu. Cuando estaba muerto en mis delitos y pecados, y mis deseos pecadores aún no estaban cercenados, Dios nos dio la libertad por la vida misma de Cristo, perdonó todos nuestros pecados y borró todos nuestros cargos en la justicia divina, y todo lo destruyó al ser clavado en la cruz. 
Antes de que yo creyera en Cristo, mi vida era perversa, desobedecí, me rebelé e ignoré a Dios. Pero cuando me humillé ante Cristo y admití mi pecado, Él me dio una naturaleza nueva.
La pena del pecado que pesaba sobre mí, murió con Cristo en la cruz. Después de salvarme, Él no me sacó de este mundo ni me convirtió en un robot. A veces, la naturaleza vieja se niega a admitir su muerte y quiere seguir pecando. Pero la diferencia está en que antes de salvarme Jesús, yo era esclavo de mi naturaleza pecaminosa, y ahora ya no soy esclavo, soy libre para decidir vivir para Cristo, y su poder me ayuda a decidir.
Hoy es un gran día para decidir vivir para Cristo y no permitir que mi vieja naturaleza se baje de la cruz. No solo quiero disfrutar de esa libertad conseguida en la Cruz por mi amado Jesús, sino que también quiero proclamarlo como el Salvador, dispuesto a salvar a quien llega humillado ante su presencia. Y este puede ser su día.
Señor Jesús, Gracias por dar tu vida por mí en la cruz del calvario para, no solamente perdonarme sino también, salvarme. Hoy quiero levantar mis manos y mi voz a ti en un canto de agradecimiento por ser mi Salvador. Señor, ayúdame a compartir con otros esta verdad y que otros te conozcan como el único Salvador. Solo en ti está la salvación para el alma perdida y atribulada. Amén.

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