miércoles, 15 de octubre de 2014

Imposibles

Cuando era niño soñaba con tener novia, con una familia, con hijos… Luego, cuando crecí y me convertí en un joven, en vez de verse fortalecido ese sueño, no solo fue disipándose con el tiempo sino que también gruesos nubarrones de tormentas y días grises fueron ahogándolo.
Tenía dieciocho años y ya no quería vivir más. No tenía proyectos en la vida, ni esperanzas, ni incentivo de ninguna clase. Muy lejos estaba de mi vida, en ese entonces, aquel bonito sueño de mi niñez.
Fue por esa época en que conocí a Jesús como mi Salvador, y Él tuvo a bien devolver a mi vida sueños rotos y esperanzas hechas añicos.
No obstante, desde ese momento, ocurrido a fines de 1980, mucho tuvo que llover hasta que por fin comenzara a ver que sí podía, que una esposa, que una familia, que un hijito aún podían ser sueños hechos realidad en mi vida.
Varios años después, conocí a la chica que se convertiría en mi esposa. No tenía en mi mente ni en mi corazón “un molde”, un “patrón” previamente fijado. Cuando veía a una chica, descartando sus virtudes y defectos, no podía decir “esta es la chica que quiero para mi vida”. De hecho, cualquiera podía serlo. Era lo que Dios pusiera en mi camino, no me importaba su aspecto físico, con tal de que pudiera ser mi “otra parte”. Pero debo confesarles algo: cuando la vi por primera vez, estuve muy lejos de pensar que “tal vez esa chica nueva” de la iglesia…
Pasó el tiempo. Fue un proceso largo, duro y doloroso, que aún no termina. Muchos cambios tuvieron que sucederse. Hasta tal punto, que tuve que echar abajo todo lo hecho en mi vida y comenzar a edificarme literalmente desde cero.
En la actualidad, veintidós años han transcurrido desde que “tal vez esa chica nueva de la iglesia…” y decidimos unirnos delante de Dios y comenzar una vida juntos... hasta que la muerte nos separe.
Hoy veo a quien no solamente es mi esposa, mi compañera; sino también mi otro yo, la parte que completa mi ser. Hoy veo a quien no solo es nuestra hija, sino también ese “angelito” que un día golpeó a las puertas de nuestro hogar, para iluminarlo con la dulce lucecita de su vida. Con todo ello, no solo veo sueños cumplidos; también comprendo que para los que creen todo les es posible.
A tal extremo es esto, que si tienes un sueño y también temor en tu corazón de que no lo vas a poder lograr, será así. Si por el contrario, estás convencido/a de que Dios quiere bendecir tu vida, toma solo los fracasos y caídas como aprendizaje y entrenamiento para llegar a tu sueño.

“Una fe sana cambia el miedo por la fe. Miedo es fe a la inversa, fe en lo negativo, en lo malo, y todas funcionan porque son fe.

TODO LO QUE ES FE FUNCIONA”.


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