martes, 16 de septiembre de 2014

No me gusta - Reflexiones

¿Cuál es la clave del éxito? ¿Qué distingue a las personas que triunfan de aquellas que fracasan? ¿Es posible alcanzar el éxito y mantenerlo? Un indeterminado número de posibles respuestas se agolpan frente a nosotros, intentando señalarnos el camino seguro hacia la victoria personal.
Recuerdo la ocasión en que ingresé a mi primer trabajo. Tenía 14 años y estaba concluyendo el segundo año de la escuela secundaria, cuando un día mi tío me propuso trabajar con él durante el verano. ¡Todo un desafío para un adolescente acostumbrado a ver la televisión, practicar baloncesto y asistir a clases! Sin embargo, acepté el reto y me lancé a la aventura.
Los primeros días fueron facilísimos: todos me sonreían, los jefes tenían paciencia conmigo y sobrellevaba el horario matutino de entrada. Pero al pasar los días, la comodidad se convirtió en normalidad y el asunto se tiñó de "sangre, sudor y lágrimas". Llegué a trabajar durante casi un mes ¡desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche! ¡Quince horas diarias! Llegaba a mi casa, cenaba y caía desplomado sobre la cama, para levantarme cinco horas después...y seguir con la rutina. Nada de televisión, nada de paseos, nada de nada. Sólo trabajar, trabajar y trabajar.
Pero algo “misterioso” sucedía cada dos semanas. Algo que me hacía olvidar el sacrificio y la abnegación de cada día: ¡cobraba un salario! ¡Sí! Por primera vez en mi vida podía disfrutar de mi propio dinero, obtenido con mi propio trabajo. Por primera vez entendí de manera práctica, el valor que tiene el esfuerzo personal con miras a la recompensa, entendí lo que implica lograr el éxito.
San Pablo escribió: “Ustedes saben que, en una carrera, no todos ganan el premio sino uno solo. Los que se preparan para competir en un deporte, dejan de hacer todo lo que pueda perjudicarles. ¡Y lo hacen para ganarse un premio que no dura mucho! Nosotros, en cambio, lo hacemos para recibir un premio que dura para siempre. Yo me esfuerzo por recibirlo, así que no lucho sin un propósito. Al contrario, vivo con mucha disciplina y trato de dominarme a mi mismo” (1 Corintios 9:24-27).
Alguien dijo: “Todas las personas con éxito tienen el hábito de hacer cosas que a los fracasados no les gusta hacer. A ellos tampoco les gusta hacerlas, pero su posible apatía se ve subordinada a la fortaleza de sus propósitos”.
“No me gusta” sacrificarme, ahorrar, hacer dieta, estudiar, ir al médico, ser amable, planificar, perdonar, arrepentirme, orar, leer la Biblia ¡pero vaya diferencia que obtengo en mi calidad de vida, cuando centro mi atención y mi esfuerzo en estas y muchas cosas más!
Vale la pena vivir más allá de los gustos y vivir con propósito.
Génesis 5:29
Y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo.
Proverbios 24:10
Si fueres flojo en el día de trabajo, tu fuerza será reducida.

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