(1) Algunas personas no piensan que necesiten un salvador. Esta gente se considera a sí misma “buena” y no se dan cuenta de que ellos, al igual que toda la gente, son pecadores y no pueden ir a Dios nada más que con su propio esfuerzo. Pero Jesús dijo, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6). Aquellos que rechazan a Cristo nunca estarán ante Dios y abogarán por su caso basados en sus propios méritos.
(2) El miedo al rechazo social o a la persecución, que desanima a algunas personas a declarar a Cristo como su Señor. Los incrédulos en Juan 12:42-43 no confesaban a Cristo porque estaban más preocupados por su estatus entre sus semejantes, que por hacer la voluntad de Dios: “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.”
(3) Para muchas personas, las cosas que les ofrece el mundo actual son más atractivas e importantes que las cosas eternas. Leemos la historia de un hombre así en Mateo 19:16-23. Este hombre no estaba dispuesto a perder sus posesiones terrenales a fin de ganar una relación eterna con Jesús. (2 Corintios 4:16-18).
4) Mucha gente rechaza, simplemente, la luz del Espíritu Santo para convertirlos a la fe en Cristo. Esteban, un líder de la iglesia primitiva, les dijo a aquellos que estaban a punto de asesinarlo, “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo...”. El apóstol Pablo también hizo una declaración similar ante un grupo que rechazaba el evangelio en Hechos 28:23-27.
Cualesquiera que sean las razones por las que la gente rechaza a Jesucristo, su rechazo tiene consecuencias eternas desastrosas. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12). Y aquellos que lo rechazan, por cualquiera que sea la razón, enfrentan una eternidad en las “tinieblas de afuera” del infierno, donde habrá lloro y el crujir de dientes.” (Mateo 25:30)
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