miércoles, 24 de septiembre de 2014

El poder del amor de Dios

¿Qué tipo de corazón tenemos? ¿El de Capernaúm, sincero y expectante, o el de Nazareth, incrédulo y sumamente racional? A veces podemos llegar a apagar la fe si no reflexionamos en esto. ¿Queremos recibir cosas grandes de parte de Dios? La clave está en nuestro corazón.

Un corazón rendido:
Marta y María invitaron a su casa a Jesús. Cuando entró junto con sus discípulos, solo recibió la atención de María, ya que Marta, en lugar de disfrutar su estadía con un corazón hambriento, siguió ocupándose de las preocupaciones cotidianas. Es como si le hubiese dicho: -"Jesús, a pesar de que estés en casa, yo estoy afanada, preocupada, tengo muchas tareas". Ella tenía al Mesías a su lado y aún así, captaba solo el lado normal de su visita. En cambio, su hermana María, después de acabar sus quehaceres, decidió darle prioridad absoluta a Dios y su familia. ¿La imitamos?

Hoy es muy normal oír que no hay tiempo para orar, para interceder por otros, para pasar momentos a solas con Jesús. En otras palabras, estamos imitando a Marta y no llegamos a aprender el inolvidable ejemplo de María. Sin embargo, estamos a tiempo de tener el corazón de María en un mundo de Martas.
Aunque todos estén ocupados, presionados, nerviosos y sin tiempo, cada uno de nosotros puede buscar el momento para sentarse por fe, a los pies del Maestro cada día y disfrutar de su presencia.
Dios está buscando corazones hambrientos. El secreto de una vida fructífera está en amarlo con todo el corazón.
¿Cuáles son tus metas en la vida? Pues allí está tu corazón. Es bueno amar el trabajo, anhelar una casa mejor, obtener mayor comodidad, pero hay algo que está por encima de todo: en 1 de Corintios 14:1 habla de “Seguir el amor…”. Lo más importante no es obtener el éxito, sino encontrar a Jesús. Luego, como consecuencia, todas nuestras necesidades serán satisfechas, pero no estaremos sumidos en una carrera interminable de materialismo, sino que disfrutaremos de la plenitud del amor.
Dios creó muchas maravillas aquí en la tierra, para llenarnos de amor. Él nos creó para amarnos y para que también lo amemos. A veces nos cuesta amar, no lo sabemos expresar o tenemos miedo de sentirnos rechazados. Y otras, sencillamente nos hallamos con personas a las que no tenemos ni una pizca de amor para darles. Pero el Señor desea que aprendamos a recibir amor y también a darlo en abundancia.
Este es el tiempo de vaciarse del rencor, y prepararse para ser de bendición. ¡Vamos a dar del amor que recibimos! 
Todo brilla cuando el amor de Dios está en tu corazón.

Jesús resumió toda la ley del Antiguo Testamento y las enseñanzas de los profetas en Mateo 22:37-40. El mandamiento más importante es el amor.
“Ama a Dios”, este es un mandamiento; no es una emoción. El amor es acción, ¡se aprende, se vive, se desarrolla!
El Señor no podría pedirnos que amemos, si todo dependiera de un sentimiento. Por el contrario, comienza con una decisión. Comenzamos por leer la Biblia, por conocerlo más, a adorarlo, y aprendemos a demostrarle también nuestro amor con la obediencia sincera. Y nos damos cuenta que cada vez amamos más a Dios.
Dar de lo recibido. No solamente Jesús espera que lo amemos a Él, sino también que desarrollemos la capacidad de amar, y también a quienes no nos caen bien. Es necesario que podamos dar un paso de amor y avancemos en la madurez espiritual.
El Señor no te va a soltar de su mano. Ya no hay condenación sobre tu vida, debido al sacrificio de amor que hizo Jesús en la cruz. Por amor, el Señor te dice: “Yo te tomo de mi mano y aunque falles, no te voy a soltar”. ¡Ese es el amor de Dios!
Por nuestra parte, nosotros tenemos que aprender a amar, a soportar, a perdonar, a olvidar… Mientras que Dios nos dice: "Por amor me olvidé de tus faltas…"  Así también, nosotros tenemos que hacer con quienes nos lastiman.
Cuanto más lo lleves a cabo, más podrás experimentar cómo el Señor te va llenando más y más de su presencia, su paz y su alegría incomparables.
En 1 Juan 4:7-8, nos enseña acerca del amor. Y acentúa la importancia de amar a los demás como una consecuencia de conocer verdaderamente a Dios. Así como tú eres muy valioso para Él, puedes demostrar aprecio y honra por quienes te rodean.

Conclusión:
El Señor quiere darte libertad, soltarte de toda cadena de dolor que estés trayendo del pasado. Solo tienes que permitirle obrar en tu vida.
Él te ama con un amor profundo e incomparable. Por eso, este es el tiempo de darle la prioridad y descansar en sus brazos sabiendo que tu vida está bajo su cuidado. Y aunque no notes aprecio en los demás, siempre puedes esperar el reconocimiento de tu Padre Celestial que te mira con ojos de ternura.
Él tiene planes esperando cumplirse y desea que conozcas ¡cuán grande amor tiene por ti!



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