¿Qué es el dinero?, ¿has pensado en él alguna vez?, olvidémonos de la definición que da el diccionario, piensa ahora ¿qué es el dinero? No son más que piezas de metal y de papel que nos sirven para comprar.
Estéticamente hablando, no son precisamente piezas hermosas, sin embargo, difícilmente hay alguien en esta tierra que no desee poseerlo, y no importa cuánto llegue a tener, que siempre se quiere más y más.
Curioso es el hecho de que no importa cuánto dinero llegues a tener, que éste nunca te será suficiente; somos insaciables, pues el dinero que el más pobre recibe no le alcanza, como tampoco le alcanza al más rico. Mientras el pobre se lamenta por no tener dinero para pagar su billete en el autobús, el rico se lamenta porque el mantenimiento de su avión privado cada día le resulta más caro.
Imagina cuán fuerte es la influencia del dinero que hay gente que mata por obtenerlo, que se corrompe, que se prostituye. Naciones enteras, a lo largo de la historia, han peleado por el dinero. Da poder a quien lo tiene, y por ello la gente común lo desea cada día más.
Imagina cuán fuerte es la influencia del dinero que hay gente que mata por obtenerlo, que se corrompe, que se prostituye. Naciones enteras, a lo largo de la historia, han peleado por el dinero. Da poder a quien lo tiene, y por ello la gente común lo desea cada día más.
Pero Jesucristo recomendó: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan (Mateo 6:19), ¿significa esto que no debemos desear tener más dinero para satisfacer nuestras necesidades? Definitivamente, no es ese el significado de esta recomendación, lo que sucede es que hay quienes tienen como único fin hacer dinero, pasando por alto lo realmente importante de la vida, sacrificando a su familia y a ellos mismos, a quienes el Señor Jesús les dice: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. (Lucas 12:15-21).
Como la historia de un hombre muy rico, que siempre vivió de forma miserable tratando que las personas a su alrededor, no supieran de su riqueza, para lo cual vivía como pobre; en pocas palabras, jamás disfrutó su dinero y finalmente murió. ¿De que le sirvió su fortuna? “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).
El dinero es un medio creado por el hombre, y debe ser usado con sabiduría. No somos más que simples administradores de los bienes de Dios, pues cuando muramos no nos llevaremos absolutamente nada, así que la mejor forma de ganar dinero es hacerlo de forma honrada: “Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más; y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada.” (1 Tesalonisences 4:10b-12).
El dinero debe disfrutarse con una buena administración, cubriendo en principio las necesidades básicas, alimento, vestuario, salud y vivienda. En lo posible, considerar la diversión y el ahorro. Una buena administración del dinero exige destinar la parte correspondiente al diezmo y a la ofrenda.
El dinero nunca podrá darte la felicidad que Dios ofrece, y por otro lado, Dios sí puede darte los medios para obtener el dinero suficiente para vivir. No le des más valor al dinero que a las cosas espirituales, que alimentan tu alma y fortalecen tu espíritu delante de Dios.
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