miércoles, 2 de julio de 2014

Tengo todo lo que necesito

Por naturaleza, el ser humano nunca está totalmente satisfecho de su situación actual. Siempre queremos más, porque somos seres dinámicos, cambiantes, y por eso estamos soñando y generando ideas de lo que queremos lograr. Tenemos el anhelo de crecer y avanzar, y cuando disfrutamos y crecemos, es muy positivo agradecer a Dios por todo ello. Por desgracia, estamos inmersos en un mundo del “si tan solo tuviera”, de modo que todo parece insuficiente. De niño quería ser adulto; en la escuela quería ser como los alumnos de último grado; en mi adolescencia me quejaba por ser muy delgado, de universitario quería trabajar en mi profesión o en lo que fuese; ya de profesional quería un mejor trabajo, y cuando lo tuve, en la oficina no veía la hora de estar en casa; y en la casa estaba pensando en los trabajos pendientes de la oficina. Cuando compré mi primer coche, ya estaba pensando en el siguiente; de novio quería casarme; tuve mi casa pero quería una más grande; y así una serie de vivencias hasta que llegué a la edad adulta y...¡vaya!, quería ser joven y delgado de nuevo.
Si te es familiar lo que acabas de leer, es importante que consideres que el contentamiento viene de adentro no por satisfacer las necesidades externas; así que considera los siguientes puntos para centrararte en lo que tienes y no en lo que te hace falta:
1) Cambia tu actitud
Mejor es una mentalidad de gratitud que de exigencia; en vez de estar descontento porque aún no puedes comprar el coche que quieres o que piensas mereces, da gracias por tu vehículo actual; o bien, disconforme por la cuantía del sueldo que tienes, cuando puedes estar agradecido porque tienes trabajo, recuerda que no hay dinero que alcance.
No está mal buscar la prosperidad, el éxito o mejorar en lo que te propongas. Dios mismo nos exhorta a trabajar: “Esfuércense, no sean perezosos y sirvan al Señor con corazón ferviente” Romanos 12:11 “Hagan lo que hagan, trabajen de buen gana” Colosenses 3:23-24. Siempre y cuando aprendamos a estar contentos con lo que se tiene día a día.
2) Busca la fuente de paz
Si quieres una vida tranquila, independientemente de las circunstancias, refúgiate en el único que puede brindarte esa paz que sobrepasa todo entendimiento: Cristo Jesús, quien da esa fortaleza y tranquilidad ante cualquier situación. Qué mejor ejemplo que uno de los personajes bíblicos más influyentes de la vida cristiana: Pablo, que estando en la cárcel escribió la carta a los Filipenses, donde les dice que aprendió a contentarse cualquiera que fuera su situación “Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades conforme a sus riquezas en Gloria en Cristo Jesús” Filipenses 4; 12-13. Con todo y que estaba en la cárcel, Pablo expresó su contentamiento de corazón , porque su felicidad no dependía de las circunstancias sino de la fe y amor a Dios.
3) Sé agradecido
Siempre te hará falta algo, pero el simple hecho de tener un techo donde dormir y alimento, debería ser más que suficiente para estar agradecido con Dios, todo lo demás es ganancia.
Deja de comparar, de ver la vida como una carrera, de ver quien tiene más, quién es más genial, inteligente, distinguido, etc., y enfócate en lo que realmente importa en tu diario vivir. Tienes lo que necesitas.
Aleja de mí la falsedad y la mentira; no me des pobreza ni riquezas sino sólo el pan de cada día. Porque teniendo mucho, podría desconocer y decir: “¿Y quién es el Señor? Y teniendo poco, podría llegar a robar y deshonrar así el nombre de mi Dios. Proverbios 30:8-9
Por último, doy gracias a Dios por tu vida, porque tienes lo que necesitas, ni más ni menos. Que sigas disfrutando el día a día con los tuyos sin afanarte en las necesidades externas, para que tengas contentamiento en el presente por medio de la paz en tu corazón.

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