miércoles, 2 de julio de 2014

Dios ha desarrollado... operaciones únicas (2)

Al recorrer la historia de la Iglesia, nos encontramos con la realidad de que Dios ha usado opciones diferentes. Sus métodos son variables. Él siempre cambia sus métodos. Dios abrió una sola vez el Mar Rojo; también una sola vez paró el sol a través de Josué; Jesús invitó solo una vez a Pedro a caminar sobre las aguas; y solo una vez fue al Calvario. Muchas de sus operaciones nos sorprenden a veces, porque van más allá de nuestros propios esquemas. Dios es tan creativo que se resiste a repetir esquemas. Él mismo lo dijo: “Yo hago nuevas las cosas”. Una operación de ayer, de pronto, ya no funciona hoy. 

Su creatividad va más allá de los límites estrechos de nuestra mente. Sin embargo, aunque lo entendemos, muchas veces tratamos de usar métodos o armaduras ajenas, intentando repetir operaciones que hoy ya no encajan. Uno puede gozarse en la historia de la Iglesia, al estudiar la forma en cómo Dios operó ayer y, aunque tratemos de ponernos esa armadura, solo produciremos ruido; porque hoy, de pronto, Dios ya no quiere que usemos armaduras, sino que vayamos solos con una honda y unas piedras lisas. 
Es triste encontrar en muchos pueblos, centenares de iglesias y de ministerios que lo único que hacen es su intento desesperado de repetir, en su quehacer, una operación de ayer que ya no encaja hoy. David dijo: “No, esto no me sirve, déjeme ir con mi método y mi estrategia; parecen sencillas, pero me siento cómodo con mi honda y mis piedras”. 
Las operaciones divinas sorprenden porque, muchas veces, nos hacen parecer como tontos. Como un tonto parecía David con una honda y unas piedras, frente a un experto y bien armado guerrero. Como un tonto parecía Noé construyendo un arca; y como un tonto parecía Abraham, listo para sacrificar a su hijo; pero lo que para el ojo humano parece tonto, puede ser una operación divina fuera de nuestra incapacidad mental. Muchos movimientos del Espíritu parecerán ilógicos. Pero lo más hermoso del accionar en Espíritu será preocuparnos menos de lo que la gente piensa, y lanzarnos más y más hacia lo que Dios está impulsándonos.


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