Es normal encontrar hoy ministros que practican exclusivamente la música, que hablan como algún líder o pretenden ministrar como él; o predicadores intentando ponerse en la piel de alguien muy reconocido y que no les corresponde ser ellos, produciendo frustración en sus propias vidas y desencanto en la congregación a la que ministran. David dijo: “No Rey..., yo no puedo andar con esto. Esto fue hecho para usted..., a mí déjeme ser David”. O sea, cada ministro necesita encontrar el ministerio que Dios le dio de forma personal y no caer nunca en la tendencia a ser extraño en sí mismo, por querer hacer lo que otro hace.
Dios es original; en su originalidad sobresale la creatividad. Es la gloria de Dios puesta en cada ser humano, la que termina exaltándolo a Él. Como el pintor combina sus colores, de la misma manera, el Creador combina su multiforme y multicolor gracia en cada uno de nosotros para revelar su gloria.
Cuando Dios llamó a Josué para conducir al pueblo de Israel, le dijo estas palabras: Sucedió después de la muerte de Moisés, siervo del Señor, que el Señor habló a Josué, hijo de Nun, y ayudante de Moisés, diciendo: Mi siervo Moisés ha muerto; ahora pues, levántate, cruza este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel Josué 1:1-3. Dios le dijo a Josué: “Mi siervo Moisés ha muerto”, en otras palabras, “terminó un líder y te he levantado a ti, Josué, para ser el líder de hoy”. Dios no llamó a Josué para ser una prolongación de Moisés, sino para que fuese Josué y, de hecho, lo trató como a un líder diferente. Quien no entienda que Dios lo hizo, lo llamó y lo formó como un líder único, detendrá la transición del Espíritu.
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