jueves, 17 de julio de 2014

Alguien debe contar las Bendiciones, ¿por qué no tú?

"No, otra vez no", susurró Susana para sí, al despertar de un profundo sueño a las dos de la madrugada. Varias noches se había despertado de madrugada y no había podido volver a dormirse.
Trató de contar ovejas, y después de contar de atrás para delante, aún seguía despierta. La leche tibia solo logró espabilarla. Durante varias horas cada noche, se sintió muy mal, esforzándose por volverse a dormir y preocupándose por la causa del problema.
Durante el día, le resultaba muy difícil concentrarse en su trabajo, y los oscuros círculos dibujados en sus ojos, la hacían ver mucho mayor de lo que era.
Entonces, una noche, cuando se despertó muy de madrugada, Susana tomó su Biblia y comenzó a leerla y a estudiarla. Durante las muchas noches que siguieron a ésa, escudriñaba la Palabra de Dios y de forma gradual, comenzó a entender el mensaje que le ofrecía. Su contar ovejas se transformó en contar bendiciones, y pronto descubrió que siempre se dormía antes de que pudiera contar todas las bendiciones.
En lugar de temer a su insomnio, anhelaba estudiar la Palabra de Dios de madrugada. El poder de Dios y su presencia le llenaban el alma. Poco a poco, y cuanto más tiempo pasaba con Dios, más poder espiritual sentía y aumentaba su sentimiento de autoestima. Por primera vez en mucho tiempo, Susana se sintió plena de control de sus sentimientos y comenzó a creer que en Él podía hacer todas las cosas, por medio de Cristo.
Al final, el insomnio de Susana desapareció y volvió a tener dulces sueños. Se aseguró, sin embargo, de pasar tiempo con el Señor durante el día. Seguía agradecida por sus noches sin dormir, porque Dios usó ese tiempo para enseñarle la verdad de vivir y el gozo de amar. Cuando contaba sus bendiciones, se daba cuenta de que la respuesta para dormirse no estaba en contar ovejas, sino en clamarle al Pastor de ovejas.
Y haré de ellos y de los alrededores de mi collado una bendición. Haré descender lluvias a su tiempo; serán lluvias de bendición. Ezequiel 34:26

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