Cuando todo pase, ¿cuál será el legado que dejarás a la siguiente generación? ¿Habrás hecho algo realmente relevante en tu vida, que trascienda más allá de lo que tu mente finita pueda imaginar?
¿Qué ocurrió con todas esas metas y sueños que una vez tuvimos pero que, por diferentes motivos, véase inexperiencia, falta de motivación o de recursos, hemos optado por olvidarlos en plena pelea?
¡Vaya! si me pudiera definir en una sola palabra yo escogería: “soñador”. Es exactamente lo que he sido toda mi vida, y me he estrellado muchas veces con la cruda realidad del fracaso, aunque también he podido ver muchos de estos sueños cumplirse, incluso aquellos que yo pensé que eran imposibles.
Seguramente no todos tus sueños se cumplirán, o quizás muchos de ellos sí, pero nunca lo sabrás si no lo intentas… Si nunca te arriesgas a cruzar el río, nunca sabrás lo que te espera en la otra orilla.
Este pensamiento nos anima a seguir soñando… ya que quien se atreve a seguir soñando nunca envejece, sino que se mantiene entusiasmado con sus mañanas. De hecho, la falta de sueños es, en última instancia, sinónima de muerte en vida.
El problema de muchos de nosotros es que hemos dejado de soñar, probablemente producto de los obstáculos que impidieron la realización de algún sueño en particular.
Sin embargo, muchos de nuestros sueños sí se habrán de cumplir, si nos esforzamos para ello y nos aferramos al Señor.
Sin embargo, muchos de nuestros sueños sí se habrán de cumplir, si nos esforzamos para ello y nos aferramos al Señor.
Adelante y… ¡sigamos soñando!
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