miércoles, 25 de junio de 2014

Demasiado barato

Un predicador del Evangelio descendió a una mina de carbón a la hora del medio día, para hablarles a los mineros acerca de la gracia y la verdad que vienen por medio de Jesucristo. Después de relatarles la sencilla historia del amor de Dios hacia los pecadores perdidos, el destino del hombre y el remedio ofrecido por Dios para una salvación plena y gratis, llegó el momento de que los obreros volviesen a su trabajo.
El predicador regresó a tomar el elevador para salir de la mina, cuando encontrando al jefe del grupo minero, le preguntó qué le parecía el plan de salvación de Dios. El hombre contestó:
— ¡Oh! es demasiado barato; no puedo creer en una religión como esa.—Sin responder a su observación, el ministro preguntó—¿Cómo puedo salir de aquí?—
—Simplemente entrando en la jaula—fue la respuesta.
—¿Y tarda uno mucho en llegar arriba?
—¡Oh no!, solo unos segundos.
—¡Vaya!, de veras que esto es muy sencillo. Pero ¿no hay que ayudar al elevador? Se le ve algo... débil. —preguntó el ministro.
—Claro que no—contestó el minero. Como le he dicho, no tiene que hacer nada más que entrar en la jaula.
—Pero ¿qué dice de la gente que hizo este tiro y perfeccionó este arreglo? ¿Hizo muchos gastos y mucho trabajo?
—De veras que sí; fue una obra laboriosa y costosa. El tiro tiene seiscientos metros de profundidad y costó mucho al propietario. Pero es el único medio que tenemos para salir, y sin él nunca podríamos salir a la superficie.
—Precisamente. Y cuando la Palabra de Dios le dice: “El que oye mi palabra y cree al que me ha enviado tiene vida eterna.” Ud. dice luego: “Demasiado barato, demasiado barato,” olvidando que la obra de Dios para traer a Ud. y a otros fuera de un lago de destrucción y muerte, fue efectuada a un coste inmenso, la muerte de su propio Hijo.
Los hombres hablan acerca de la “ayuda de Cristo” en la salvación. Dicen que si ellos hacen una parte, Cristo hará la otra, olvidando o ignorando que el Señor Jesucristo ya hizo “la purgación de nuestros pecados por sí mismo”, y que la parte de ellos es solo sentir su necesidad, confesar sus pecados, y aceptar lo que Él ha hecho.


“Si confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados y nos limpie de toda maldad.” lra. Juan 1:9.
“El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia, por la herida del cual habéis sido sanados.” 1a. Pedro 2:24.
La salvación puede ser tuya hoy. Los brazos de Cristo están abiertos para recibirte. “Al que a mí viene,” dice El, “no le hecho fuera” (Juan 6:37). 
El Espíritu Santo dice: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:7,8).
“El herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).

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