lunes, 12 de mayo de 2014

Aceptar tu situación

“En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (1 Corintios 7:1-2).
Comentando este capítulo del apóstol Pablo, en sus 40 versículos el apóstol enseña nada menos que siete veces que, la soltería es preferible al matrimonio, si la persona puede aguantar soltera sin caer en la tentación de la fornicación. Mejor es casarse que caer en pecado. “Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios… Digo pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando” (v. 7-9). 

Pablo repite la enseñanza: “Tengo, pues, esto por bueno a causa de la necesidad que apremia; que hará bien el hombre en quedarse como está. ¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estás libre de mujer? No procures casarte” (versos 26, 27). Aunque,: “Mas también si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero los tales tendrán aflicción de la carne, y yo os la quisiera evitar” (v. 28). Esto es una razón para evitar los inevitables e inherentes problemas del matrimonio. Otro motivo es que el soltero, o la soltera, tienen más tiempo para dedicarse a las cosas del Señor, y el tiempo apremia: “Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen” (v. 29). Para el creyente, su primera prioridad es el Señor. Mejor no tener nada que estorbe su propósito de servirle: 
Quisiera, pues, que estuviese sin congoja. El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer” (v. 32,33). El soltero no tiene competición para su tiempo o para su devoción.
"Hay asimismo diferencia entre la casada y la doncella. Lo doncella tiene cuidado de la cosas del Señor, para ser santa así en cuerpo como en espíritu: pero la casada tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Esto lo digo para vuestro provecho; no parar tenderos lazo, sino para lo honesto y decente, y para que sin impedimento os acerquéis al Señor(v. 34, 35). Es evidente que el Señor es lo más importante en la vida. La meta de la vida del creyente es acercarse a Él, sin estorbos, sin impedimentos, sin distracciones, y sin los enredos de la vida cotidiana de una persona casada. Lo normal es que el Señor sea tan importante para nosotros que, estemos dispuestos a realizar cualquier sacrificio para dedicarnos enteramente a Él.
Pablo nunca hubiera podido realizar el propósito por el cual el Señor le llamó, si hubiese estado casado. Hoy en día, hay poca enseñanza sobre este tema en concreto. Lo que la Biblia enseña es que, el matrimonio es para los que no pueden prescindir de él. La santidad es la meta, no el servicio cristiano que hagamos o prestemos, sino el acercarnos al Señor. La relación con Él es primordial. Cualquier otra consideración es secundaria. Cristo es nuestra prioridad. La devoción y el servicio a Él llenan nuestra vida. Si te hace falta casarte, pues, cásate, ¡pero “que los que tiene esposa sean como si no la tuviesen” (v. 29)! ¡Revolucionario! No lo encontraremos en ningún libro moderno que trate el tema del matrimonio, pero es el corazón del evangelio: la entrega total a Cristo.



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