miércoles, 7 de mayo de 2014

1 Juan 3:11-15 Que nos amemos unos a otros

Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín, que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas. Hermanos míos, no os maravilléis si el mundo os aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. Todo aquel que aborrece a su hermano, es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna morando en sí. 
(1 Juan 3:11-15 RVG)

Este texto bíblico se conecta con el anterior mediante una conjunción demostrativa, que podría traducirse al español como "porque" (Οτι). En el versículo bíblico anterior, Juan presentaba manifestaciones de la verdadera vida cristiana; "En esto son manifiestos los hijos de Dios, y los hijos del diablo; todo el que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios"; es decir, si se busca alguna característica de espiritualidad real en alguien que dice ser un discípulo de Jesús, dos cosas deberían hacerse patentes: la justicia y el amor.

Ahora Juan da la razón de esta afirmación. Va a presentar un fundamento de esta declaración. Si alguno se preguntara ¿Por qué el cristianismo debería demostrarse en justicia y amor?, ¿acaso no basta con asistir a los servicios religiosos, cumplir con las disciplinas espirituales, involucrase en el ministerio o sostener la obra? La respuesta de Juan sigue así:

"Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros".
¿Qué principio? ¿El principio de la vida cristiana, el principio de la creación? Sin duda, podríamos decir que en ambos casos se está en lo cierto. Es más, una cosa no puede plantearse sin la otra.

La nueva creación viene a ser una restauración de las cosas antiguas, en cierto sentido, pero en un grado superior. Tal vez el término más apropiado debería ser "renovación". El ser humano fue creado para amar y para ser amado; en el huerto, Dios declaró: No es bueno que el hombre esté solo (Génesis 2:18), dejando patente nuestra "idea original".

En las relaciones de amor, el hombre aprende a conocer a Dios y el corazón de Dios.  Cuando Pablo explica a los Efesios la naturaleza del matrimonio les dice:  

Así los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama. Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la sustenta y la cuida, como también el Señor a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne. Este misterio grande es; mas yo hablo en cuanto a Cristo y a la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros en particular, ame también a su esposa como a sí mismo; y la esposa reverencie a su marido.
(Efesios 5:28-33 RVG)

Y cuando explicó a los Filipenses la ética del servicio cristiano, les  escribió:

Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún refrigerio de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable y misericordias, completad mi gozo, que sintáis lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o vanagloria; antes bien con humildad, estimándoos unos a otros como superiores a sí mismos, no mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los demás. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús; el cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación el ser igual a Dios; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y hallado en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
(Filipenses 2:1-8 RVG)

En todos estos casos, el modo en que se muestra el amor hacia los otros, es un reflejo del modo en que Cristo nos muestra el amor. El comportamiento de los creyentes es una respuesta al ejemplo de Cristo, es una manifestación de estar en Cristo, es un modo de conocer cada vez más profundamente a Cristo:

Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de Aquél que nos ha llamado a gloria y virtud; por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas fuésemos hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Vosotros también, poniendo toda diligencia en esto mismo, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; y al conocimiento, templanza, y a la templanza, paciencia, y a la paciencia, piedad; y a la piedad, amor fraternal, y al amor fraternal, amor. Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan, no os dejarán estar ociosos, ni estériles en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
(2 Pedro 1:3-8)

Desde el principio es, entonces, en un sentido desde siempre, porque en los designios del Dios inmutable, que es amor y justicia, su propósito para el hombre fue que se amara. Pero "Desde el principio", más precisamente, puede entenderse "Desde el origen del ser humano", ya que desde ese momento el hombre conoció la voluntad Dios y el mandamiento del amor. De allí que el ejemplo de Juan no nos lleva a experiencias más recientes como la traición de Judas, que hubiera sido un ejemplo más claro para la Iglesia, sino que nos lleva hasta el principio en el Génesis.

Desde el principio, también puede entenderse como desde la experiencia del encuentro con Cristo, en donde el propósito de Dios cobra vida otra vez en el hombre, que ha sido rescatado de la muerte y ha nacido de nuevo para andar en los caminos de su Señor, y no para andar en los caminos de Caín, que asesinó a su hermano.

La fe se evidencia en el amor, porque la mundanalidad se evidencia en el odio hacia Dios. Caín mató a su hermano no solamente porque le odiaba. El odio al hermano es un síntoma de la ausencia de Dios, del mismo modo que el amor al hermano es un signo de la presencia de Cristo. La causa emocional provocadora del asesinato de Caín era la envidia, alimentada por la maldad de sus obras. Abel, en cambio, manifestaba en sus obras su amor por Dios; sus obras, dice Juan, eran justas… fiel reflejo, otra vez, del versículo 10 de 1 Juan 3: amor y justicia.

Estas cosas son comprobables en la relación con el mundo. Juan dice: no os maravilléis si el mundo os aborrece. El corazón del mundo es el corazón de Caín. Su odio por Dios se traduce en acciones injustas. Ante sus apetitos, los hombres sacrifican todas las cosas y se destruyen a sí mismos. Guerras, explotación, violencia, crimen, corrupción y toda clase de impurezas reflejan este estado de rebelión, por lo que Abel no tuvo capacidad amatoria. De la misma manera que Cristo fue crucificado, habrá también, de alguna forma, una cruz para el creyente:

Pero tú has conocido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, caridad, paciencia, persecuciones, aflicciones, como las que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra, persecuciones que he sufrido; pero de todas ellas me ha librado el Señor. Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución. Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.
(2 Timoteo 3:10-13 RVG)

Sin embargo, a pesar de las circunstancias, el hombre de Dios puede perseverar porque en su amor por Dios y por el prójimo, en su hambre y sed de justicia, puede gozarse en el conocimiento de haber pasado de muerte a vida:

Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. Todo aquel que aborrece a su hermano, es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna morando en sí.

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