Leemos
en la Biblia: Y ahora permanecen la fe,
la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. 1ª
Corintios 13.13
Estas
son las características más importantes de un verdadero cristiano, siendo el
amor la más relevante de ellas.
Y también leemos:19 En esto sabremos que somos de la verdad y tendremos
nuestros corazones confiados delante de él; 20 en caso de que nuestro corazón
nos reprenda, mayor es Dios que nuestro corazón, y él conoce todas las cosas.
21 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, tenemos confianza
delante de Dios; 22 y cualquier cosa que pidamos, la recibiremos de él, porque
guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de
él. 23 Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo
y que nos amemos unos a otros, como él nos ha mandado. 24 Y el que guarda sus
mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y por esto sabemos que él
permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado. (1 Juan 3:19-24)
Vemos que, el amor
tiene como consecuencias la fe y la esperanza. Las dos se derivan del amor, la
característica más importante. De hecho leemos que El primer
mandamiento y seguramente el más importante es:"Amarás a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a ti mismo". De este derivan el resto de los mandamientos de la ley de Dios, y si lo
cumplimos, cumpliremos todos.
¿De quién aprendemos esto? De Jesús,
quien muestra su amor cuando se apareció con su característica humana. Es el Maestro, el Rey,
nuestro sumo Sacerdote, que vino para revelar a Dios, para restablecer la
voluntad de Dios, para perdonar nuestros pecados al ofrecer su sacrificio perfecto; sacrificio que satisface la
justicia de Dios. Todos son actos de servicio amoroso. Y su enseñanza es dada
sin discriminar a los humildes, a nadie, es para todos.
Cuando restablecemos la comunión con Dios, cuando nuestros pecados
son perdonados, nos unimos al Señor en sus propósitos, y su principal propósito
es que nos amemos. Nos unimos no para obtener algo, sino por agradecimiento, porque sin haberlo
merecido, lo hemos obtenido todo. Lo primero el amor de Él, un amor que desciende.
Es el rico quien se hace pobre para servir a otros. Es el Señor del universo
quien ocupa el lugar del esclavo. De aquí, que el creyente puede amar
verdaderamente. Quien no ha conocido al Señor de este modo, es incapaz de amar
porque es incapaz de pensar generosamente en los otros. Su religiosidad está
centrada en sí mismo, en su egoísmo.
Y esta comunión intensa hace que la fe y la confianza en Dios se
hagan más grandes. Nuestros corazones se harán confiados delante de Él porque,
primero, amamos. El apóstol Juan nos lleva,
entonces, a otro nivel; "este amor a Dios se muestra también en la madurez
de la relación". Ya no está sujeta a la incertidumbre; no nos acercamos temerosos,
a sobresaltos, sino totalmente confiados en Él.
Pero, ¿estamos seguros de Su
amor? Juan dijo, referente este dilema, que es una cuestión de saber si se está
en la verdad. Y por ello añadió: Porque amas a Dios y a tu prójimo a causa
de la gracia inmerecida que proviene de la cruz, de modo que la inmensidad de
ese Su amor nos ha convertido en agentes de amor. No somos buscadores de
agradecimientos, hemos sido llenados de tal modo, que ahora nos sentimos
deudores para con todos.
O sea,
que si verdaderamente creemos esto, sí estamos seguros de su amor.
Pero ¿qué sucede si alguien
ama a Dios y al prójimo y procura la justicia, pero no se siente salvado por
Jesús? Juan no ve esta condición como la ideal para un creyente. No cree que
sea un verdadero cristiano. Y tampoco considera que la seguridad del
cristiano sea un acto de soberbia (tal como declara el concilio de Trento),
sino un signo de salud espiritual.
Juan no está pensando en la vida
cristiana, no la concibe así, como grandes listas de "Síes" y "Nos",
de acuerdos (sí o no), sino en la comunión con el evangelio; y el gran mandamiento del
mismo es que creamos en Dios y, consecuentemente, que nos amemos unos a otros.
El que guarda sus mandamientos,
es decir, el que vive en el evangelio, ve confirmada la voluntad de Dios,
reconoce que está en Cristo y reconoce la presencia de su Espíritu. Se ha
habituado al uso de sus sentidos de tal modo, que ahora puede reconocer la
presencia del Espíritu Santo en su propia vida, en todas sus acciones. Su seguridad proviene de la obra de Cristo en la cruz y en su presencia santificante.
Todo lo expuesto nos conduce al principio: las
características del cristiano: la fe, la esperanza y el amor,
estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.
Y por último, también
en la Biblia, y para significar que somos así, En esto conocerán todos
que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan 13;35
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