Pablo recuerda a los cristianos que la lucha no sólo es contra Satanás, sino también contra un ejército de demonios, por lo cual deben ser consecuentes con esta verdad, así que: Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. (Versículo 11).
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, Pablo resalta el hecho de que el cristiano no lucha contra seres humanos comunes, no se trata de un adversario humano que se pude ver y sentir. Además, no es un sólo enemigo, son muchos. Los cristianos no deben estar pendientes del ser humano como enemigo, sino ver que detrás de ellos están los verdaderos enemigos. En la iglesia la lucha no es contra el hermano o hermana, la lucha es contra Satanás y su ejército.
La lucha del cristiano no es contra seres humanos, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Los términos usados para describir a estos enemigos malignos, revelan una jerarquía antagonista bien organizada. Estos gobernantes malignos, seres satánicos y príncipes de las tinieblas, no son personas, sino ángeles caídos a los que Satanás controla. No son simples fantasías, son reales.
Por lo tanto, los cristianos se enfrentan a un ejército poderoso, que tiene por meta destruir la obra de Dios. Demonios que usan hombres como títeres e instrumentos del diablo, para llevar a cabo su obra en la tierra. Aunque el cristiano está seguro de la victoria, debe luchar hasta que Cristo venga, porque Satanás está luchando constantemente en contra de todos los que son del Señor.
Por eso el cristiano requiere siempre del poder sobrenatural que viene de Dios. El cristiano debe estar siempre preparado y listo para hacer frente al diablo y a sus huestes, contando con el poder del Señor y vestido con la armadura que Dios provee.
Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Santiago 4:7.
No hay comentarios:
Publicar un comentario