Ellos son los creyentes del “no se puede”, o del “es muy difícil”; en su vocabulario abundan los “es complicado” y otra serie de malos augurios. Su mente, sus emociones y su cuerpo están totalmente confinados a sus creencias, atrapados, encarcelados y detenidos en el tiempo; probablemente creyendo lo que alguna persona alguna vez les sentenció, o les hizo sentir fuertemente, algún amigo, algún padre, algún profesor, pastor o cualquier otro, que inspirado por un mal sentimiento, puede haberles servido como descalificador.
Para poder llegar a lograr algo en la vida, lo que quiera que sea, necesitas inexorablemente una cuota de fe. Son diminutas y muy escasas las cosas que llegan por sí solas, por no hacer nada, o por esperar una especie de “suerte” o “buena racha”; rara vez las oportunidades vienen a golpearte la puerta, y si lo hacen, no originan gran diferencia en nuestras vidas.
Una vida emprendedora tiene espíritu de fe, una mente libre es una mente que cree que se puede. Cuando estás pensando que es muy difícil tu sueño y que no crees que sucederá, te estás encarcelando voluntariamente en el fracaso. Estás condenándote a una vida resignada a que nada se puede hacer. Pero cuando crees y actúas, el milagro comienza a ocurrir, por doquier aparecen las oportunidades, y todo lo que necesitas se te va acercando por la mano de Dios.
No importa que ahora no tengas recursos, de verdad que eso no importa. Lo que sí importa es que creas que podrás hacer algo; cuando nace la fe, comienzas a ver las posibilidades por todos lados. Sabes que se puede hacer, que se puede llegar, que se puede lograr de alguna manera, sabes que Dios te ayudará en el proceso y te asistirá en todos los imposibles; pero todo surge desde la pequeñez de un granito de fe. Es tan poderosa la fe, que es como un granito de mostaza casi imperceptible a nuestros ojos, una pequeña porción de vida que se abre paso en cualquier terreno en que se encuentre; si hay una roca, le dará la vuelta o ascenderá a través de ella. La vida avanza, la vida de la fe surge en nuestro corazón, cuando alguien te la pueda plantar y cuando nosotros estemos abiertos a recibirla.
Estamos hechos del barro, del polvo, de la tierra, por eso somos llamados terrestres (Génesis 2:7). En nuestra ser interior hay un “terreno” capaz de fertilizarse con la fe, que la recibimos con la palabra de Dios, esa fe que nos ayudará a expandir todo nuestro potencial. Si tu mente está cerrada a sólo pequeñas cosas que puedas hacer, esto te impide poder progresar en cualquier área de tu vida. Sueña, es posible. Son miles los que lo han logrado, aun en medio de dificultades muy adversas.
Se puede con fe en Dios, se puede con fe en tu capacidad, la que Él te dio; se puede, y se puede mucho, mucho más de lo que eres capaz de imaginar.
Incluso entre los cristianos existe la falsa creencia de que “ya vendrá un milagro”, “Dios hará algo". Lo que está pasando en esta teoría evangélica, es que no se tiene en cuenta que Dios ya lo hizo todo, por medio de Cristo en la Cruz del calvario, todo. Ya nos dio la sanidad, la sabiduría, la restauración espiritual, emocional y familiar, y el progreso en general en nuestras vidas. Ahora son nuestros pasos de fe, nuestro obrar por fe, nuestro caminar por fe, el aplicar principios y consejos de Dios, lo que hace que las cosas sucedan, que los milagros ocurran. Algunos se escudan en “estoy orando por ello”, como indicando que con ello es suficiente; pero no es así en todos los casos, porque si fuera por la cantidad de oración, algunos habrían logrado impresionantes logros, prodigios y maravillas, y sin embargo, vemos que no ha sucedido nada, que siguen esperando. Orar es imprescindible, pero es necesario orar y accionar al mismo tiempo, pues de lo contrario se oraría sin fe. Orar y hacer.
¿Has consierado cómo Josué recibió ordenes del Señor diciéndole “esfuérzate”, “sé valiente”, “todo lo que emprendas prosperará”? ¿Has leído cómo el apóstol Santiago dijo “La fe sin obras es muerta”? (Santiago 2:17). Bueno, la lista sigue y sigue. No confundamos la espiritualidad con pasividad, con holgazanería y mediocridad. La verdadera fe lleva a una acción inmediata. La comodidad y la pasividad llevan a la pobreza y a la mediocridad.
No reprimas lo que quieres hacer, no ocultes tus deseos profundos, porque Dios produce el querer como el hacer, por su buena voluntad. Él nos impulsa constantemente a la acción, pero nuestra falta de fe nos hace sentarnos a esperar, a criticar, a ver cómo otros pueden y no nosotros, porque pensamos que los demás sí tienen la capacidad de hacer cosas, y “no nosotros”. Tú puedes mucho más, pero no te apoyes en entelequias, en cosas ilusorias, como esperar que una persona te dé algo, o te dé su lástima; no dependas de que alguien te tenga que abrir una puerta, y que si no lo hace ya no hay esperanzas para ti. ¡No! Tu vida no depende de la lástima de otros, de que otros decidan qué pasará contigo, o de que te tengan que dar una oportunidad especial, que puede aparecer o no. No se trata de que tu enfoque sea esperar la voluntad de otra persona, sino de que Dios te destinó a cosas extraordinarias a pesar de tu situación.
Hoy puedes usar lo que tienes en tu mano, lo que tienes en tu corazón, lo que hay dentro de ti, y comenzar, porque Dios está contigo para ayudarte donde quiera que vayas.
Cuando el fuego de la fe se encienda en tu corazón, cuando creas que no hay nada imposible para ti, es cuando podrás ser libre y ver las cosas desde arriba, como Dios las ve, con lo milagroso de tu lado; sabiendo que lo que emprendas, lo que inicies, lo que ejecutes y hagas, todo te saldrá bien.
No esperes más, no dudes más, tienes todo, comienza a ver las oportunidades de lo que puedes mejorar, de lo que puedes hacer, crecer o lograr aun más. Hoy puedes comenzar a emprender para llegar a tener resultados sorprendentes. Si quieres cumplir tus sueños, ¡simplemente hazlo, Dios te acompañará!
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