Ella me dijo, con angustia en el alma, yo amo demasiado, pero no entiendo por qué si amo así, siento tanto dolor. Entonces le dije: Bienvenida al Club de los enamorados, porque todo amor va tomado de la mano con el dolor.
Jesús nos amó de tal manera, que terminó, por ese amor, clavado en la Cruz del Calvario por nosotros. Recuerda que si no hay dolor no ganamos.
El deportista, por ejemplo, puede asegurar que, para tener una victoria, necesita primero sentir dolor en sus músculos; y una madre te dirá cómo es el dolor del parto, antes de disfrutar de la victoria de tener un hijo en sus brazos.
“Dios susurra y habla a la conciencia a través del placer, pero le grita mediante el dolor: el dolor es su megáfono para despertar a un mundo adormecido”.
El dolor es una realidad inevitable de la vida. Podemos aceptar el dolor y crecer en la vida a través de él. Si corremos en la vida huyendo del dolor, al final terminaremos eliminando los placeres de la vida, ya que el dolor da a luz los mejores y sanos placeres de ella.
¿Recuerdas la última vez que estuviste limitado por la escayola en tu pierna? ¡Qué dolor sentirse limitado!, pero luego… tuviste el sano placer de volver a correr.
La clave en la vida no está en evitar, huir o eliminar el dolor de la vida, porque eso es imposible, pero sí podemos ver un mejor camino… el camino de aceptar, crecer y madurar en medio del dolor.
“El dolor es, él mismo, una medicina”.
¿Qué es en última instancia el dolor? Es simplemente el precio que se paga por el placer. Es el precio que paga el estudiante, pasando noche enteras preparándose para tener el placer de la graduación, es el precio que se paga, construyendo una buena relación para tener un buen matrimonio, es el precio de la madre en el parto, para tener a su hijo cerca de su corazón. Es por lo que más pagamos, lo que más valoramos, por lo que ganamos y logramos.
Vivimos en un mundo donde nadie quiere pagar el precio del dolor. Hoy se pueden obtener títulos sin estudiar, cosas sin pagar y hasta hijos sin engendrar, pero todos sabemos que el placer no es el mismo.
La vida entra en decadencia, cuando se pretende la comodidad gratis, sin pagar ningún precio por ella. Cuando un ser humano, una familia o una sociedad busca el placer, la comodidad y la vida sin dolor, sabe que está tomando un camino peligroso y una vida sin raíces. Muchos imperios mundiales cayeron porque buscaron la comodidad sin pagar ningún precio, y se dirigieron ellos mismos a la decadencia.
“El verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo; incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes, después de un gran dolor. Fiodor Dostoievski (1821-1881) Novelista ruso.
Muchos evitan el dolor por miedo. Como, por ejemplo, la persona que se niega a visitar a un odontólogo por temor al dolor. Y a menudo, el temor al dolor es peor que el dolor mismo. Por ejemplo, el dolor de una inyección puede ser de sólo unos segundos, pero tener miedo al dolor puede alargarse durante mucho tiempo. La verdad es que, cuando evitamos pagar el precio del dolor, olvidamos que siempre, tarde o temprano, tendremos que pagar el precio, pero cuando se prolonga, se paga con intereses. El dolor es pasajero, pero los resultados pueden ser eternos.
“Toda ciencia viene del dolor. El dolor busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y a no volver la mirada atrás”.
Dios nos creó como seres humanos, no como robots. Los robots no sienten ningún dolor, pero los seres humanos sí. La belleza del dolor no sólo está en lo que logramos después del dolor, sino en la compañía eterna de Dios, quién está a nuestro lado para consolarnos, fortalecernos y darnos su Espíritu. Una de la herramientas que Dios usa para hacernos crecer, es la riqueza del dolor; dolor que nos impulsa a vencer nuestras limitaciones y a reparar nuestras almas.
“porque no menospreció ni rechazó el dolor del afligido, ni de él escondió su rostro, sino que cuando clamó a él, lo escuchó”. Salmo 22:24
“El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor; ablandará su cama en la enfermedad”. Salmo 41:3
Vivimos cada día la encrucijada de escoger entre la vida y la muerte, la libertad o la esclavitud, la realidad o el escapismo, y esa decisión siempre lleva implícito el dolor.
“El dolor siempre cumple lo que promete”.
El esfuerzo es un proceso de la vida por donde todos tenemos que ir, y conlleva dolor. Tenemos muchas lecciones que aprender, conflictos que resolver y metas que alcanzar, pero nada de eso está exento del dolor… como el dolor de crecer… el dolor de madurar… el dolor de triunfar, o el dolor de morir para poder vivir.
Si nunca saltamos el río… jamás llegaremos a la otra orilla.
No más quejas ni lamentos por el dolor que sentimos, pongamos la mirada en la meta para no perder tiempo, a pesar del dolor que sentimos en las piernas al correr.
Aprendamos a aceptar el dolor de afrontar la realidad y así, encontrar la verdad de nuestra vida. No le tema más al dolor, véalo como el canal del crecimiento de su vida interior. Hay una herencia infinita, que crece como una dulce planta en nuestro ser interior… esa planta duele cuando crece, como le duele al gusano el liberarse del capullo, para luego tener el placer de volar como una mariposa.
“El signo más evidente de que se ha encontrado la verdad es la paz interior”.
La semilla que cae a tierra, la humedad la pudre y quebranta su corteza, y entonces la vida surge. El dolor en tu vida está quebrantando la dureza del alma, para liberar la vida de Dios dentro de ti.
Comienza a alabar a Dios, mira la grandeza de su amor; fija tu mirada en la meta, no en el dolor de tus piernas, avanza con firmeza, y entonces... sólo entonces tendrás el placer de tener el trofeo en tus manos.
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