viernes, 21 de marzo de 2014

Un regalo de Dios

Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; Colosenses 2:06


"¿Cómo habéis recibido al Señor Jesucristo?"

La vida de fe está representada por una recepción, un acto que implica y conlleva todo lo contrario a un mérito personal. Se trata simplemente de la aceptación de un regalo. Como la tierra recibe el agua bajo la lluvia, como el mar recibe las corrientes, como la noche acepta la luz de las estrellas, por lo que, sin dar nada participamos libremente de la gracia de Dios. 

No somos santos por naturaleza, ni los pozos por donde pasan las corrientes son así, por naturaleza; no son más que cisternas en las que fluye el agua viva, y nosotros recipientes vacíos en los que Dios derrama su salvación. La idea de recibir implica un sentido de realización (de sentirse realizado), por lo que la materia recibida es una realidad. No se puede recibir una sombra, recibimos lo que es importante: en la vida de fe, Cristo se hace real para nosotros. Mientras estamos sin fe, Jesús es un mero nombre para nosotros, una persona que vivió hace mucho tiempo, hace mucho tiempo que su vida es sólo una historia; pero para nosotros ahora, por un acto de fe, Jesús se convierte en una persona real en la conciencia de nuestro corazón. 

Pero recibir, también significa agarrar o tomar posesión de... Lo que recibo se convierte en mío. Cuando recibo a Jesús, se convierte en mi Salvador, y ni la vida ni la muerte podrán apartarme de Él. Todo estriba en recibir a Cristo, tomándole como un don gratuito de Dios, dejándole entrar en nuestro corazón para apropiarnos de su vida como si fuera nuestra.

La salvación puede ser descrita, en cierto sentido, como cuando los ciegos reciben la visión, como cuando los sordos reciben la audición, o como cuando los muertos reciben la vida. Pero no sólo hemos recibido estas bendiciones, hemos recibido al mismo Cristo Jesús, el Señor y Creador de los cielos y la tierra. Él nos dio vida entre los muertos, nos dio el perdón de los pecados, y algo muy importante, Su justicia, sin la cuál nada de lo anterior hubiera sido posible. Dios nos regaló todas estas cosas preciosas, pero por si aún no estamos contentos con ellas, Él nos ha dado a su Hijo para que sea derramado en nosotros, y nosotros le recibamos y nos apropiemos de de Él. 

¡Qué grande debe ser Jesús que ni el mismo cielo puede detenerle! Colosenses 2:6 : Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él.

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