sábado, 15 de marzo de 2014

Ojos Largos - Reflexiones

Cuando era niño acostumbraba observar desde el balcón de mi casa, a los niños que jugaban a la pelota en el solar de la vecindad; solía hacerlo con una mirada, a la que llamo de “ojos largos”, mirada característica de los pequeños.
Cuando vemos a otros comiendo algo o jugando con algo que a nosotros nos está vedado, fijamos la vista en eso, y absolutamente nada a nuestro alrededor nos hace apartar los ojos de la visión. Tal pareciera no haber poder alguno en el mundo que nos hiciera quitar la mirada de nuestro objetivo. Nada me distraía de lo que era, un niño.
En muchas ocasiones, no es hasta cuando los progenitores del niño entienden su mirada, cuando éste recibe el helado de manos de su padre o madre o cuando es subido al caballito del carrusel. Entonces es cuando su contemplación llega a ser satisfecha.
Estos días reflexionaba sobre dos cosas:
Primero, que aunque nunca pude bajar a jugar con los otros niños en aquel solar, por motivos personales debidos a la manera como fui criado, Dios sí pudo captar mis “ojos largos” de niño.
Nunca desarrollé buenas habilidades para el juego, pero mi sueño llegó a ser poder presenciar alguna vez un juego de grandes ligas, lo cual parecía, en ese momento, algo totalmente inalcanzable para una familia de bajos recursos como la mía.
Años más tarde, me tocó ser objeto de un acto de gracia por parte del Señor, quien me llevó a ocupar una de las butacas de aquel hermoso estadio de fútbol (de las grandes ligas).
El cómo había llegado a ese lugar aquella noche era simplemente un milagro… no había pagado ni siquiera un euro por estar allí. En ese momento, todas mis expectativas se cumplieron al contemplar un juego de futbolistas profesionales por vez primera.
Eran la clase de jugadores, que los muchachos del solar habían estado imitando durante años. Habían pasado casi treinta años, pero mi Padre Celestial, quien captó mis “ojos largos” de aquel entonces, supo contestar la petición no formulada del niño.
La segunda cosa sobre la que reflexioné fue que, de la misma forma en que como niño tenía “ojos largos” para cosas, que ahora reconozco como pasajeras e irrelevantes desde un punto de vista maduro de la vida, así debería contemplar cada día a mi Dios, como al que más anhela y necesita mi alma.


Cuánto deseo que mi mirada se mantenga fija y sin distracción alguna, hasta que sea plenamente satisfecho mi deseo de Su presencia en mi vida.
Y El Señor dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Genésis 13:14
Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos. Efesios 1:18
Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Hebreos 12:2

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