viernes, 14 de marzo de 2014

Mentir - Reflexiones

“Yo tenía 16 años y estaba viviendo con mis padres en el Instituto, que mi abuelo había fundado a 30 kilómetros en las afueras de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de azúcar.
Estábamos bien en el país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas y a mí siempre nos entusiasmaba ir a la ciudad a visitar a los amigos o ir al cine.
Un día mi padre me pidió que le llevara a la ciudad, para hablar en una conferencia que duraba el día entero y yo enseguida me presté a la oportunidad.
Mi madre me dio una lista de cosas que necesitaba del supermercado, y como iba a pasar todo el día en la ciudad, mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas cosas pendientes, como llevar el coche al taller.
Cuando me despedí de mi padre, me dijo: Nos vemos aquí a las 5 P.M. y volvemos a casa juntos.
Después de hacer rápidamente todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano, y me centré tanto en la película, que me olvidé del tiempo. Ya eran las 5:30 P.M. cuando me acordé. Corrí al taller, conseguí el coche y corrí rápido hasta donde mi padre me estaba esperando. Cuando llegué eran casi las 6 P.M., y él me preguntó con ansiedad: 
-¿Por qué llegas tarde?  Me sentía mal por lo que pasó, no le podía decir que estaba viendo una película de John Wayne. Entonces le dije que el coche no estaba listo y tuve que esperar. Se lo dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller.
Cuando se dio cuenta que había mentido, me dijo: -Algo no va bien en la manera que te he criado; no te he dado la suficiente confianza para decirme la verdad. Voy a reflexionar qué es lo que hice mal contigo. Voy a caminar los 30 kilómetros hasta casa y pensar sobre ello.
Así que, vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta casa por caminos que ni siquiera estaban cementados ni iluminados. No le podía dejar solo,… así que conduje 5 horas y media detrás,… viendo a mi padre sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho.
Desde entonces decidí que nunca más iba a mentir.
Alguien le preguntó una vez al gran Aristóteles:
- “¿Qué se gana con la mentira?”.
- “Que no te crean cuando dices la verdad”, respondió el filósofo.
Salmos 119:29
Aparta de mí el camino de la mentira, Y en tu misericordia concédeme tu ley.
Proverbios 13:5
El justo aborrece la palabra de mentira;
Salmos 32:2
Bienaventurado el hombre a quien Dios no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.
Salmos 34:13
Guarda tu lengua del mal, Y tus labios de hablar engaño.

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