jueves, 6 de marzo de 2014

La Vieja Moneda - Crecimiento personal-espiritual

Se cuenta la historia de un joven graduado desempleado, que se levantó una mañana debajo de un puente y revisó su bolsillo.
Ni siquiera llegaban a diez los dólares que le quedaban. Estaba frustrado al no poder hallar empleo y no había quien le ayudase.
Hizo una oración ofreciendo su dinero restante al Señor y decidió usarlo para comprar comida, y esperar del Señor una respuesta a su situación.
Compró comida, y al sentarse a comer, un anciano y dos niños se le acercaron. El mayor de los dos niños era un chico como de 12 años y el otro, una niñita que se veía tan hermosa como un ángel. El anciano le pidió comida porque no habían comido en casi una semana.
El joven graduado miró a los muchachos; estaban tan delgados que podía ver sus huesos a través de su piel, y sus ojos estaban hundidos. Con un poco de compasión les dio toda su comida. El anciano y los chicos oraron para que Dios bendijese y prosperase al joven graduado, y entonces el viejito le dio una vieja moneda.
El joven graduado dijo: “Ud. necesita esta moneda más que yo, quédese con ella”. Pero el anciano insistió en que el joven la colocase en su bolsillo, y finalmente lo hizo.
El anciano y los muchachos se sentaron a comer, y sin dinero, trabajo ni comida, el joven graduado volvió a su lugar bajo el puente para recostarse. Cuando estaba a punto de dormirse vio un viejo periódico en la tierra. Lo recogió y vio un anuncio que invitaba a la gente con monedas viejas, a venir a una tienda en particular. Y decidió ir allí con la vieja y sucia moneda que el anciano le había dado.
Al llegar a la tienda, le dio al propietario la vieja moneda. El propietario, asombrado al verla, gritó en voz alta, sacó un enorme libro y le mostró al joven graduado una fotografía. Esa moneda valía 67.000 dólares. Era parte del tesoro de un buque español que nunca había sido hallado. El joven se regocijó cuando recibió un cheque certificado de parte del propietario por la suma completa; inmediatamente lo cambió en el banco y fue en busca del anciano y los muchachos para agradecérselo.
Cuando llegó donde les había dejado comiendo, se habían ido. Preguntó por todos lados por las tres personas y halló a una mujer que le dijo: “El anciano dijo que un joven como usted preguntaría por ellos y que cuando lo hiciera, debería darle esta nota”. Le entregó la nota al joven graduado que procedió a abrirla rápidamente; esperaba que tuviese la dirección donde encontrarles.
Pero no tenía la dirección y esto es lo que nota decía: “Nos diste tu todo y te recompensamos con la moneda”, firmado: Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Esta historia no deja de darnos una profunda lección, en línea con lo que la palabra de Dios nos presenta. Recuerda a un pasaje de la Biblia, en el que el autor de la carta a los Hebreos nos recuerda que algunos hospedaron ángeles sin saberlo, no porque quisieran acumular “puntos” con Dios, sino simplemente porque dieron de sí todo lo que podían dar.
¿Por qué no emular no sólo la historia de hoy, sino el espíritu de la revelación de Dios en su Palabra?

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