jueves, 6 de marzo de 2014

El amor al mundo

No ames al mundo ni las cosas del mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del padre no está en él. 1 Juan 2:15-17
Aunque Juan repite la importancia del amor y que Dios es amor (1 Juan 4:7-8), también revela que Dios aborrece cierto tipo de amor: El amor al mundo (Juan 15:18-20). En este último versículo, Juan expresa una variación particular de la cuarta prueba que se presenta, que es la prueba del amor.
En un sentido positivo, el cristiano ama a Dios y a los demás cristianos, mientras que en el orden establecido, la ausencia de amor al mundo debe ser la característica habitual de los que en verdad han nacido de nuevo.
"AMOR" significa aquí afecto y devoción. Es Dios y no el mundo quien debe ocupar el primer lugar en la vida del cristiano (Mateo 10:37-39; Filipenses 3:20). Este mundo no es más que una referencia al mundo físico y material, lleno de maldad, gobernado por el mismo Satanás (2 Corintios. 10:3-5) y todo lo que ofrece es oposición a Dios, a su Palabra y a su pueblo.
No tenemos que confundirnos con el amor que Dios nos pide sea cada vez más fuerte. Vivimos en un bonito mundo creado por Dios para que el hombre lo goce, pero el hombre lo ha destruido; mas Juan se refiere al mundo de pecado que habita dentro del hombre, no al mundo físico y natural. (Gálatas 5:19-22)
El apóstol Pablo nos revela los frutos del mundo de pecado que están en el hombre, pero también nos muestra los frutos que deberían funcionar en el hombre de Dios, y nos dice que vivimos cada día luchando contra los deseos de la carne y el ojo.
El mundo pasa, y es por esta razón que el hombre no debe amar las cosas del mundo más que a Dios; tú puedes desear una casa, una buena familia, una buena profesión, un muy buen coche, etc. etc, pero este deseo no debe ser más fuerte que estar en la presencia del Señor; en caso afirmativo sería un tipo de idolatría más. 
El mundo es temporal pero Dios es eterno, y en la eternidad siempre está Dios; el que ama a Dios siempre hace la voluntad de Dios, y es eterno, a diferencia del mundo temporal.
La voluntad de Dios es permanente e inmutable; los que siguen la voluntad de Dios son parte de su pueblo para siempre. Mientras Dios ofrece vida eterna a sus hijos, los que aman las cosas del mundo están condenados a perdición porque todo lo que anhelan es efímero y no duradero (1 Corintios 6:3) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario