Hoy quiero hablarte del amor más grande que jamás ha sido expresado, el mejor regalo que jamás haya sido dado, un regalo inmerecido. Quiero que podamos conocerlo como quizá antes no lo hicimos.
La mayor demostración de amor que jamás se ha dado, es dejar que tu hijo se exponga a hacer algo que sabe que sólo le traerá beneficios a otros. Es decir, el momento en el que la humanidad se convirtió en el lienzo de la reconstrucción, de la demostración de amor, de la gracia. El día en el que Dios decidió que Jesús viniera a la tierra.
Todos los años, como una fiesta más, festejamos la Navidad haciendo arbolitos, belenes, pesebres y haciéndonos regalos, conmemorando un día que fue impuesto por alguien en la historia, que es el 25 de diciembre.
Pero más allá del día y de la tradición, el verdadero significado está intacto, no importa los años que pasen.
Un ser que dio lo más preciado, un milagro que sucedió en el vientre de una mujer de fe, una línea de sangre que no tenía mancha alguna, y una tarde donde se cumplió la promesa.
Esa promesa que nos decía que tendríamos salvación, esa que nos daba la esperanza de volver a estar conectados con Dios de una manera única y sin intermediarios. Una historia que está vigente todo el año, no sólo los 25 de diciembre o los días de Pascua.
Una historia que habla del único hombre que murió y resucitó sin haber hecho mal alguno, por ti y por mí. Una historia verídica.
Si todavía no pudiste comprobar que Jesús es real, hoy es un buen momento. En la soledad de tu hogar, o donde te encuentres, dile cómo te sientes y que quieres conocerle. El primer paso es creer, luego verás cómo Él responde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario