Un poco contradictorio el título … ¿cómo puede haber sonidos en el silencio?, o tal vez suene un tanto poético. Lo cierto es que el silencio puede resultar mucho más revelador y hablar más fuerte que muchas palabras.
Hay personas que no lo toleran; les infunde miedo, temor. Cuando están solas en casa encienden compulsivamente la radio o el televisor, y aunque no les presten atención, el mero hecho de tener algún sonido en casa, “les resulta de compañía”.
De hecho, los presuntos astronautas durante su fase de entrenamiento, son sometidos a “pruebas de silencio”, ya que en el espacio exterior se van a encontrar con el más denso mutismo. Sólo el sonido de su corazón al latir y su propia respiración, es todo lo que van a poder escuchar durante prolongados períodos. Algunos no lo soportan, no pasan la prueba porque el silencio no es poca cosa.
Algunos amigos y hermanos pueden permanecer junto a nosotros en silencio, en medio de los más duros trances de nuestra vida. No están sus palabras, pero está su hombro para asegurarnos; su corazón dispuesto, cerca de nosotros, para aportarnos consuelo y enjugar nuestras lágrimas.
Sin embargo, hay otra clase de “silencio”. Esa clase de silencio íntimamente ligado a la ausencia. Ese silencio cuando peor estás, cuando más apoyo en oración necesitas, cuando peor te sientes o más quema la prueba; ese silencio y nada más que frío silencio, mezclado con sutil, solapada y velada ausencia como respuesta.
Es en esos momentos cuando, paradójicamente, el silencio más ruido hace. Es cuando el silencio se hace más revelador que mil palabras, es cuando el silencio de quienes dicen que te aman, revela apatía, indiferencia; revela que en verdad no les importas tanto como sus palabras dicen.
Hoy no puedo por menos que dar las gracias a Dios por aquellas personas de las que esperé alguna respuesta, pero que a cambio me ofrecieron un velado silencio, aunque suene contradictorio. Y esto no fue tan sólo en alguna ocasión aislada. Con tristeza descubro que, durante mucho tiempo no obtuve de ellas nada más que silencio en las más variadas formas, habida cuenta de que, a veces, también las palabras son capaces de encubrir silencio y ausencia. Pero fue bueno que así ocurriera. Hoy le doy las gracias a Dios porque esto me enseñó que cuando el hombre calla, se revela a sí mismo; es decir, se muestra como es y a qué distancia está su corazón del tuyo. Esa clase de silencio es la que te ha de permitir escuchar toda una sinfonía de la voz de Dios hablándole a tu alma.
Hay ciertas ocasiones a las que llamo “el amargo sabor de la victoria”. Son tristes y desagradables, pero son las que te permiten ver con claridad puertas abiertas donde no las veías; discernir las oportunidades reales que Dios pone a tu disposición, para tomar esas decisiones que venías postergando porque no estabas muy segur@…
Cuando el corazón de quienes dicen estar a tu lado, está tan lejos del tuyo que sólo percibes silencio, no te pongas mal.
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